TENER O NO TENER HIJOS, HE AHÍ EL DILEMA
TENER O NO
TENER HIJOS, HE AHÍ EL DILEMA
Opinión Personal
He decidido
no tener hijos. (Me niego rotundamente a utilizar la chocante expresión “hacer
tener hijos”, que la gente supuestamente culta quiere ahora imponer, dizque
porque los hombres no parimos sino somos un simple instrumento en este asunto
de dos que es tener un hijo).
Decía que
he decidido no tener hijos. Razones hay muchas, y aquí voy a exponer algunas de
las más importantes.
Como
primera razón, la mujer con la que yo quiera tener un hijo no ha aparecido aún
en el horizonte de mi vida. Han pasado varias, y me he enamorado muchas veces;
algunas respetables mujeres hasta me han pedido que, antes de separar nuestros
caminos, les deje un hijo; pero no he aceptado las propuestas, principalmente
porque me parecería irresponsable de mi
parte aceptar.
En segundo
lugar: estoy harto de ver cómo la sociedad, desconociendo las tradiciones más
arraigadas y la sabiduría de nuestras madres y abuelas para educarnos, tenga
que acudir a los consejos adocenados y utópicos de los magazines de moda y los
manuales de crianza importados, en vez de aplicar la sicología pura y elemental,
fundada en la experiencia diaria y el cuidado acorde con el carácter que requiere
cada niño en particular, y no sometería mis hijos a estos nuevos métodos de
crianza estandarizada.
En tercer
lugar: estoy en absoluto desacuerdo en permitir que sean los medios masivos de
comunicación los que moldeen a mis hijos (e hijas, porque ahora la norma
feminista obliga a poner el femenino dondequiera que aparezca el masculino; ya
no se puede decir “la niñez colombiana”, por ejemplo, sino “las niñas y los
niños colombianos ¡y colombianas!”). Los mass-media, incluido Internet,
dirigidos por inhumanos intereses comerciales, promueven la malformación moral,
cultural y espiritual de la niñez.
No me
considero un pacato, ni siquiera un conservador, pero creo que la aculturación
paulatina que sufrimos y que tanto daño ha hecho a nuestros jóvenes, y por ende
a nuestra sociedad, debe ser frenada y reemplazada por un programa educativo
que incluya los valores humanos fundamentales y los de la pertenencia al país
que nos tocó en suerte (bello y digno), sin chauvinismos, que es otra de las
enfermedades que produce la equivocada puesta en práctica de los códigos
culturales de una nación. Es proponer el aprendizaje y la práctica continuos de
una identidad cultural propia, sin excluir de plano las nuevas tendencias
internacionales en cuanto a música, bellas artes, deporte, formas de vestir
y de expresión de la individualidad que ahora están a disposición nuestra y que
no deben reñir con la manifestación de nuestra personalidad libre y franca por
miedo a “pecar” ante la sociedad.
En cuarto
lugar, y no significa que esto sea menos importante que todo lo anterior, me
enerva el que los padres (y las madres) utilicen a sus hijos (e hijas) para
realizar en estos (y estas) los sueños que nunca pudieron llegar a cumplir
ellos mismos. Explico: por razones tan válidas como falta de oportunidades o de
recursos económicos, nuestros padres no nos pudieron dar a todos la educación
que hubieran querido. Entonces convertimos a nuestros hijos en el proyecto de
vida que soñábamos para nosotros. Por otra parte, los padres que tienen
recursos para dar educación profesional a sus hijos, acostumbran orientarlos
hacia las profesiones más lucrativas, las que sean aplicables en sus negocios familiares
o las que buscan cumplir una antigua tradición: que en la familia haya por lo
menos un abogado, un arquitecto y un médico (o sus equivalencias femeninas).
¡Ay de que un hijo salga con inclinaciones artísticas o no convencionales!
Como quinta
razón, me da tristeza que se haya perdido la unidad familiar por diversos
motivos: la disolución de la pareja, el abandono de la lúdica intrafamiliar y
la calidad del tiempo compartido, la incomunicación generada por las nuevas
formas de entretenimiento, tales como los juegos de video, la televisión por
cable, en donde cada uno elige su nicho y se aísla en su propio espacio, las
redes sociales de Internet, los reproductores portátiles de música, etc. Todo
lo cual genera una individualización exagerada y un aislamiento entre los
miembros de la familia que se traduce en una niñez que ya sufre trastornos de
personalidad, adherencia a subculturas, consumo precoz de tabaco, drogas
alucinógenas y alcohol, sexualidad precoz e irresponsable y depresión
recurrente con pensamientos suicidas.
Hay una
sexta razón: no quiero tener hijos obligado por la presión social. La gente pone
tremenda cara de sorpresa y angustia cuando se entera que uno ha traspasado
cierto límite de edad –unos 30 en los hombres y 25 en la mujer- y no tiene
hijos, exclamando en tono de regaño: “¿Y no se has casado aún?” o “¿Piensa
quedarse solterón?”. A veces sugieren que uno es maricón o impotente, y es inútil
tratar de explicarles todas las razones aquí expuestas. Le dicen a uno que si
no se tienen hijos no se realiza como ser humano, pero a veces pienso que lo
dicen con cierta envidia al estado libre y soberano de uno, porque ellos ya
están casados o divorciados y con tremenda cantidad de problemas. Es tan
respetable un estado como el otro. Y los tranquilizo diciéndoles que es una
decisión transitoria, mientras me organizo a nivel profesional y económico.
“¡Pero no vaya a esperar mucho porque no va a tener hijos sino nietos!”, dicen
y se alejan con una sonrisita de triunfo en la cara y pensando en tiempos
mejores.
Y
agreguemos un séptimo motivo, para completar un bonito número: no quiero tener
hijos con el único objetivo de que sean un apoyo para mi vejez. Sería un acto
egoísta. Reconozco que es un deber de los jóvenes cuidar de los ancianos, pero
también creo que uno debe hacer todo lo posible por asegurar un sustento para
la vejez, porque he visto muchos casos de padres abandonados en ancianatos, o a
la buena de Dios, por hijos que ya tienen su propia vida y para los cuales los
viejos ya son un estorbo (por la misma falta de amor generada en los nuevos
modelos de crianza). Entonces mejor no tomo ese riesgo.
También
creo que no es el simple instinto de conservación de la especie el que debe
motivarnos a ser padres. No somos sólo una especie más. Deben ser la madurez y
la necesidad personal de poner tu granito de arena en el progreso del mundo, y
la conciencia plena de estar preparados para formar un hogar estable y lleno de
amor, en donde los hijos crezcan y se formen sanos física, moral y
espiritualmente, las que deben inspirarnos el deber de tener hijos (e hijas).
Pero jamás
abandonaré ni promoveré el aborto de un hijo no planeado. En el momento de
enfrentarme a la disyuntiva, olvidaré todas las consideraciones expuestas y
prepararé mi mente, mi alma y mi corazón para recibir mi hijo o hija con
alegría y los sacaré adelante con amor y responsabilidad, para que sean
personas felices y útiles a la sociedad.
o.O owww buen aporte sobre todo me encanta el ultimo párrafo no hay nada como reconocer los errores cometidos y afrontar con una nueva visión y proyección el presente y el futuro !
ResponderEliminarSus críticas son por lo que hacen los demás; la verdad es que cada uno tiene en sus manos la decisión de criar sus hijos como bien le parezca; si averigua entre sus amigos, compañeros de trabajo e incluso familiares (hermanos, tíos, primos) verá que cada uno lo hace de manera diferente
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