SUEÑO CON GABO - Para "Mi libro de sueños"

SUEÑO CON GABO


Para "Mi libro de sueños"

 
En una empresa me exigían una recomendación para entrar a trabajar. Entonces tuve que ir al almacén de ropa donde trabajé antes. Llego de noche al centro, a sus calles atestadas de gente. Subo unas escaleras empinadas y traqueteantes y encuentro al Gerente en la sala de recibo; yo trato de esquivarlo porque siempre me sermonea cuando me ve, pero él me saluda muy efusivamente. Me sostiene la mano estrechándola repetidamente. Me desprendo y voy a la oficina de personal. Entro a un cuarto amplio, de altas paredes verde sucio; en cada una hay una puerta de madera al lado derecho y a su izquierda un sofá enorme tapizado en terciopelo verde oscuro; cuatro sofás y cuatro puertas. El piso es entablado de color claro y reluciente. Hay también cuatro helechos en materas de bambú que cuelgan del techo en los rincones y cuatro cuadros idénticos en la mitad de cada pared. Hay algunas personas, hombres, mujeres y niños, que se pierden en los descomunales sofás. En el sofá que está al lado de la puerta por donde entré, está Gabriel García Márquez, tal vez esperando una recomendación. Busco asiento frente a él y no lo consigo, entonces me acomodo diagonalmente en el sofá de mi derecha tratando de llamar su atención. Gabo está ocupado firmando autógrafos. Entonces me pongo a hablar a grandes voces con los niños que muy juiciosos comparten conmigo el sofá y logro que Gabo levante su rostro y sonría ampliamente al verme, saludándome con sus espesas cejas. Se nota cansado, como si no hubiera dormido en muchos días. Pienso en lo importante que sería mi amistad con García Márquez y decido ir a saludarlo de cerca y ojalá pedirle una recomendación. Pero la chiquillada se me adelanta y la sala se llena de niños que arman una algarabía impresionante jugando diferentes rondas e impidiéndome pasar. Me dirijo a una de las puertas dispuesto a marcharme, pues la gritería se ha hecho insoportable, pero antes de salir veo a Gabo cabeceando de cansancio y, en medio de la gritería, caer rendido al suelo. Lo levantan entre todos y lo instalan en el sofá. El pobre está sudoroso, pálido y despeinado. Se recupera pronto y se incorpora para salir. Yo me apresuro y salgo, esperando encontrarme con él en la escalera, pero se demora y caigo en cuenta que debió salir por otra puerta. Cuando salgo a la calle, Gabo ya está subiendo a su diminuto automóvil “Topolino”. Saca la mano y me saluda, pero se aleja velozmente haciendo chillar su claxon. Del edificio emerge una multitud eufórica que lo va persiguiendo.

JORGE ZAMBRANO GAVIRIA
Bogotá, Octubre 19 de 1.981
 
Gabriel García Márquez/ Foto tomada de
 

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