EL HOMBRE DE LUZ - Parte 2

Crónicas de lo inexplicable

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Otra noche y otra vez la escena se formó desde el comienzo ante mis ojos suavemente cerrados. Esta vez la mano volvió a aparecer lentamente y mostró el antebrazo, un poco levantado, hasta el codo.
A la siguiente noche, cuando yo esperaba que apareciera el hombro y la cabeza del ser, apareció la rodilla por la parte inferior de la invisible separación vertical, y entonces capté que la figura estaba avanzando como en un gran paso hasta salir de allí. No podía imaginar todavía cómo sería su rostro.
Llegó una noche más en que apareció y se desarrolló sin interrupciones la escena. Esta vez salió el pie y gran parte de la pierna del ser, hasta más arriba de la rodilla, y pude ver su hombro y parte del torso. Era una figura masculina, pero de una esbeltez que rayaba en lo andrógino.
La noche siguiente, cuando por fin vi el rostro aparecer, me sobresalté porque estaba de perfil y ¡No tenía rasgos! Era un ser completamente esquemático, con un perfil bien delineado; con cuencas oculares y nariz, pero sin ojos ni orificios nasales; con una protuberancia lateral y un mentón bien definido, pero sin orejas y sin boca. Pero era un ser bello y definitivamente masculino.
Llegó una nueva noche, cada una de las cuales aguardaba con entusiasmo pero sin ansiedad, porque sabía que el visitante no fallaría. En esta ocasión todo marchó en secuencia inalterada, pero al final el ser asomó todo su cuerpo con el mismo tono bello de luz cremosa. Sin musculatura aparente, sin vestimenta, sin órganos sexuales. Un cuerpo perfecto, pero no humano. No sacó su otro brazo y apenas avanzó un poco la otra pierna. Hizo como si se aferrara a algún soporte para no salir completamente y… desapareció junto con la escena.
A la noche siguiente sucedió algo que no esperaba y que ahora mismo me hace estremecer y emocionar hasta las lágrimas: después de repetir la secuencia desde el principio hasta la aparición de su cuerpo de perfil, el hombre de luz giró lentamente su rostro y me miró. No se cómo puede mirar un rostro sin ojos y sonreír una boca sin labios, pero el ser me miró fijamente y me sonrió con una bondad inmensa.
Me sentí feliz; sentí amor hacia ese ser venido de no se sabe dónde, un amor del que no se siente en este mundo, un amor espiritual, un amor con un enorme respeto involuntario hacia su superioridad condescendiente. Sonreí también. Tuve tiempo de fijar su imagen en mi mente para siempre.
Después la figura volvió a su hieratismo, puso de perfil su rostro y comenzó a retirarse lentamente, invirtiendo el orden en que había aparecido. Se perdió su resplandor tras la grieta vertical, a continuación desapareció la franja invisible, sin que se advirtiera algún  movimiento en las paredes, y la pantalla volvió a ser una y continua. Enseguida se formó el remolino de colores amarillento-terrosos y a los pocos segundos se esfumaron casi inadvertidamente. Todo esto último sucedió en una misma noche.
Y así culminó esta historia que fue representada en viñetas a las que sólo les faltó el rótulo de “Continuará” y “Fin”, venida desde no sé qué lugar del universo, y a la que mi alma y mi mente asistieron con una complicidad pasiva, con una lucidez máxima y con un agradecimiento grande hacia lo indeterminado. Nunca volvió a presentarse el más mínimo vislumbre de la experiencia después de esa noche final, a pesar de haberlo deseado con todas mis fuerzas y haberlo pedido a Dios con toda humildad.
Escribo esta anécdota hoy, Enero 15 del 2.001, después de 20 años de sucedida, y no he tenido necesidad de inventar nada, al contrario, creo que me quedé corto en los detalles de las sensaciones que me invadían con esa experiencia y la riqueza de la visualización. La recuerdo nítidamente. Cierro los ojos y la puedo imaginar una vez más. Pero he aquí la diferencia entre lo imaginado y lo real: el color del recuerdo imaginado es pobre comparado con lo que tuve enfrente, y la solidez de lo visto apenas cobra más peso al escribirlo que al recordarlo. Es algo digno de verse. ¿En qué dimensión de la realidad viví esto? Si no fue completamente sueño, ni absoluta realidad material, ¿Qué entresijo del espacio y del tiempo se abrió ante mí ofreciéndome la posibilidad de acceder a otra realidad? ¿Qué puertas secretas pueden llevarnos a otros mundos más evolucionados que el nuestro? ¿Qué relación tienen con Dios? Porque había un sentimiento espiritual en todo esto. Lo único cierto es que existen y que a los seres que allí habitan les interesa lo que sucede del lado de acá de la realidad. Y que para ellos nadie es insignificante, como creía ser yo en esa época de mi vida.
Autor / Protagonista: JORGE ZAMBRANO GAVIRIA.
Enero 27 del 2.007

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