SUEÑOS DE DURACIÓN MEDIA-Parte 2
SUEÑOS DE DURACIÓN MEDIA-Parte 2
Complicadísimos
en su simbología pero objetivamente claros en su desarrollo. Vívidos de color
pero presentando un paisaje terrorífico.
Mi hermana Brooke Shields
Una fiesta en la Selva
Se busca letrerista
La discoteca en el desierto
Octubre 18 de 1.981
Mi hermana Brooke Shields
Una fiesta en la Selva
Se busca letrerista
La discoteca en el desierto
Octubre 18 de 1.981
Mi hermana Brooke Shields.
Anoche soñé ser el hijo adoptivo de una familia pobre y buena. Vivíamos en una
pequeña casa de dos pisos. Tienen una hija de mi misma edad. Es Brooke Shields, en Pretty Baby. Ha
vuelto a casa, su madre la ha rescatado de esa vida asquerosa que llevaba para
que nosotros pudiéramos comer. Nos encontramos por vez primera y todos
celebramos muy felices el acontecimiento. Pero empiezan los problemas: ella
tendrá que volver a ese mundo cochino e inhumano por culpa mía. Yo ando por ahí
tirado, sin hacer nada; pero cuando me entero de lo que pasará si no actúo,
cobro fuerzas. Entro al cuarto de Brooke; mi madrastra está aplicándole
maquillaje en su tierno rostro infantil, disfrazándola de mujer de mundo; la
acicala para entregarla al prostíbulo. Sale la madre a buscar algo para
recogerle su hermosa cabellera. Entonces nos abrazamos y, en medio de sus
dulces lágrimas, ella implora que no la lleven de nuevo allá; yo, también
sollozando, la beso incansablemente. Caemos con nuestros cuerpos entrecruzados
sobre el charco de lágrimas y a gritos le prometo que la protegeré, porque
ahora sí voy a trabajar y luchar.
Una fiesta en la Selva.
Somos invitados a una fiesta. Voy con mi hermana Patty. Estamos muy elegantes.
Al sitio de la reunión debemos llegar en bote, por un río inmenso. Es la casa
de Carlos Emilio Restrepo, nuestro gran amigo, pero queda en Curillo, Caquetá,
pueblo donde estoy prestando mi servicio militar con la Compañía de Operaciones
Sicológicas del Ejército. La casa está a la orilla del río, es bella. Bajo unos
parasoles, afuera, encontramos a Carlos E. y a su esposa María Helena. Nos
saludamos efusivamente y nos dedicamos a disfrutar del paisaje, del ambiente
fresco y cálido al mismo tiempo. El río se oye tronar; los invitados están
regados por los bosques que rodean la casa y disfrutan de la ocasión. Se
escucha música clásica. Con Patty caminamos por el bosque húmedo de árboles
gigantes; por su suelo de color café se dibujan grietas abiertas por riachuelos
de agua veloz y transparente. Todo el bosque huele a agua. Es terrorífico pero
bello: de los árboles caen gotas enormes. Entonces llegamos al final del
bosque; es el comienzo del río, pero no podemos entrar a él porque nos separan
unos acantilados monstruosos por donde caen, formando cascadas, los riachuelos
que agrietan el suelo del bosque. Damos un rodeo y nos metemos al agua, en una
playita con pocos árboles donde hay más gente, algunos con chalecos salvavidas.
Nos dejamos llevar por la corriente fuerte, por entre grandes piedras. Quiero
continuar hasta el otro lado del acantilado, pero es demasiado arriesgado; las
cascadas tienen una fuerza que nos hunde. Las cóncavas paredes de piedra
parecen venirse sobre nosotros y querer aplastarnos. Entonces nos devolvemos,
tomamos aire y hacemos un segundo esfuerzo con mi hermana. Logramos llegar al
otro lado; allí nos agarramos de unos elevados pastizales y subimos hasta el
bosque para seguir disfrutando de la fiesta.
Se busca letrerista. Estamos
en el mismo sitio pero no hay fiesta alguna. Hay es un bus-casa estacionado en
medio del bosque reverdecido. Allí adentro está oscuro. Hay un señor misterioso
que busca un socio para trabajar. Luce una gabardina de color habano oscuro y
un sombrero de los años 30; el cuello de la gabardina subido y el sombrero
tapándole los ojos. Me pide silencio, como el muñequito de Plaza Sésamo. Yo le
digo en voz baja que le puedo servir. Necesita un letrerista. Yo tomo témperas
y pinceles de un estante del bus y me dispongo a hacer una prueba. Demoramos
unos momentos buscando algo dónde pintar. Encuentro finalmente unos cuadritos
de cartulina negra. Allí trazo los números del 1 al 7 que él me pide; uno en
cada cuadrito. Mi hermana Patty me ayuda y está entusiasmada porque conseguiré
trabajo. Pinto los números con los colores del arco iris y tienen una bella
fosforescencia; resaltan en la oscuridad. Al hombre le gustó mi trabajo.
Tendremos que vernos próximamente para comenzar, pero en secreto. ¡Shhh!
Septiembre 27 de 1.995
La discoteca en el desierto. Estaba soñando con Nohima Hum,
reina en un nivel de la cárcel de Abraxas. Pero enseguida estoy en Orfeo, la
discoteca más grande del mundo. Es una transposición, pues la discoteca es
subterránea, como la cárcel, y está ubicada en el desierto de la Guajira, en
Colombia. Es una discoteca de varios niveles, y cada nivel es una pista
circular para un solo tipo de música; con pantallas de video, grupo musical y
disc-jockey. Los niveles van profundizándose en la tierra, de ahí su nombre:
simbolizando el descenso a los infiernos que hizo Orfeo en busca de su esposa
Eurídice para salvarla de la muerte. Pero ella estaba en unos niveles que iban
hacia el cielo ¿Por qué? Descubro el misterio en el funcionamiento de la
discoteca. Unas rampas electrónicas me llevan al primer nivel, el superior,
allí entro y sólo puedo pasar al siguiente nivel después de media hora de estar
allí, disfrutando de música tropical. Se abre una puerta en el extremo
contrario de la pista y la rampa desciende al siguiente nivel donde la música y
todo el ambiente cambian, y así sucesivamente hasta llegar al séptimo nivel,
donde la música es estridente, la atmósfera calurosa y los efectos lumínicos
exorbitantes. Entonces veo que allí no está la persona que busco y decido
salir. A esta altura del recorrido, puedo decidirme por una de las pistas
anteriores, oprimir el número correspondiente en un tablero al lado de la
puerta y regresar; no oprimir en el tablero y quedarme allí, u oprimir salida y
emerger a la superficie. Opto por esto último y una rampa-escalinata me lleva a
través de todos los niveles, viendo a través de paredes de cristal lo que se
vive en cada una de las pistas. Es alucinante. Pero salgo a la superficie y me
recibe el oasis con sus palmeras y su rumor de viento, y me dedico a contemplar
las estrellas sin que ruido alguno me moleste.
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