DIARIOS DE UN DILETANTEE - Octubre 1° del 2007

DIARIOS DE UN DON NADIE

Los diarios se escriben para uno mismo, se supone, y son impublicables por las cosas que uno cuenta de su vida privada y la de los demás. Pero aquí van los míos, los publicables, para que me conozcan un poco más y así aumente su odio o su cariño hacia mí.

Octubre 1° del 2007. Lunes

Mi día comenzó a la madrugada. Desperté a las 2 con la lámpara y la grabadora encendidas, pues me quedé dormido antes de que se terminara “Enigmas del Mundo” en Caracol Radio, y ahora estaban dando “Las voces del secuestro”, que es un gran programa pero me deprime mucho. El problema del secuestro en Colombia es tan grave que merece su propio espacio en la radio, donde los familiares de los miles de secuestrados envían voces de aliento desde la realidad a sus seres queridos, sin saber si están vivos todavía. Apagué, me acomodé bien y me dormí como un angelito sin alas.

Desperté otra vez a las cinco, cuando mi hermana Lucy se alista para ir a trabajar; tiene gripa y una fuerte afección a la garganta; quería decirle que se tome un jugo de limón puro pero sé que no seguirá mi consejo y opto por dejar así. Anoche me pidió que le comprará dos cápsulas de Dristán en vez de ensayar los remedios naturales, pues ella también es víctima de la sociedad de consumo que nos hace creer que lo único que sirve es lo que tiene una marca. Me dormí y a las seis y media estaba otra vez despierto; no es que no pueda dormir, es que no tengo sueño, porque he estado bastante inactivo y el ejercicio de ayer me dejó enérgico. También tengo una especie de emoción por empezar el nuevo día, a pesar de que no tengo trabajo o compromisos urgentes. Anhelo recibir el nuevo día a ver qué pasa.

Y llegó el nuevo día, pero su aspecto es un poco desagradable, gris plomizo y frío ¡Pero no importa! Tengo un optimismo incontenible, al punto que recé agradeciendo el nuevo día, bendiciendo a la humanidad, orando por los que sufren, por algunos con nombre propio; recé por los de la emisora, para que les vaya bien y nos sigan acompañando con alegría así casi siempre nos den malas noticias; recé por mi familia, por la familia Sotelo, por la familia Lizarazo, por la familia Cristancho, por los vecinos, por mis ahijadas, por Carolina y Valentina, por mí, agradeciendo a Dios las dádivas de la vida.

Me levanté a las siete y treinta, hice mi consabido e infaltable tinto cerrero, lo degusté leyendo bellos poemas de Nicolás Guillén y entré a ducharme, acompañado por la “W” y Caracol Radio. Rica el agua, rezar agradeciendo el agua, emocionado por saber que mi vocación de escritor y artista ha sido redescubierta. ¡Sí! Digo dando un puño al aire y disfrutando el agua tibia. Salgo y preparo el desayuno: huevo perico, que comparto con mi mamá, chocolate en leche y dos panes deliciosos. Lavo la loza (anoche también lavé, incluso ollas, pero a cada rato sale más) y me siento al computador a revisar algunos archivos que debo enviar y unas páginas que bajé y debo revisar.

Antes, cuando me peinaba, me llamó Hanna al celular. A veces me da pereza oírla, a pesar de quererla mucho, porque se pierde varios días y después me llama urgida por alguna tarea (está en décimo grado). Dice que quiere verme porque hace rato no hablamos; no le creo, pero le pongo cita en 15 minutos aprovechando que debo ir al Portal de la 80 a retirar un dinero de mi hermana Lucy (ayer recorrí varios cajeros automáticos Bancolombia y ninguno tenía dinero). Mi mamá me pidió que le comprara velas para sus santos y fui a regañadientes, pero fui. Ya mejoró un poquito el día.

Hanna me esperaba toda hermosa parada contra un muro a la entrada del parque, es que la silla donde siempre me espera está invadida de colegiales; bueno, todo el parque. Ella me toma de gancho y comenzamos a caminar observados atentamente por muchas alumnas de uniforme azul a cuadritos. A Hanna le da lo mismo que nos miren y eso me gusta, porque no le da pena, siendo una niña tan joven y bonita, andar con un viejo feo como yo. Bueno, somos ahijada y padrino, aunque no se nos note. Vamos de gancho y tomados de la mano. Hanna está lindísima, con blue jeans, zapatos bajitos y camiseta color rosa intenso de manga sisa; tiene unos topitos plateados y su cabello rubio recogido en una moña. Alabo sus brazos rollizos y perfectos. Le hago ver lo linda que está y se enorgullece agradeciendo. Casi como diciendo: “si gracias, ya sé que estoy muy linda”, con el sublime candor de la juventud.

Me acompañó al centro comercial y allí retiré el dinero. Por el camino charlamos sobre su familia y sobre la presentación de porristas que tuvo en el colegio, describiéndome su uniforme y el de Brenda, su hermanita. Leímos algunos poemas de Nicolás Guillén y le conté acerca del nuevo poemario que estoy escribiendo: “Con los pies en la Tierra”. Me dijo que yo era un copietas porque hay una canción con ese nombre. Le comenté que hay muchas cosas con ese nombre pero que me gusta porque se trata de dejar por un momento de soñar y comenzar a vivir la realidad, y que de todas formas el título es temporal. Subimos a mirar los carteles cinematográficos y le vuelvo a prometer que les daré para que vayan a ver Harry Potter y la Orden del Fénix. Le conté de mi situación laboral, pero también de mi optimismo y alegría. Pasamos a temas familiares y me vuelve a preguntar que por qué he decidido no tener hijos. Le digo que los hijos son un estorbo y me río; ella entiende que no hablo en serio y paso a explicarle que todavía no está descartado el asunto, que lo que sucede es que estoy esperando a que termine mi proceso de búsqueda interior que ya casi está listo para poder criar los hijos con amor y seguridad. Le hablo de que no tengo afán ya que los hombres podemos engendrar hasta una edad avanzada, en la cual ya no tenemos hijos sino nietos o biznietos. Nos reímos. La otra causa es que no he vuelto a encontrar la persona ideal para que sea madre de mis hijos; una persona con la cual pueda tener la certeza de una relación pacífica y constructiva así no estemos casados o no vivamos juntos, unos padres de los que se puedan sentir orgullosos los hijos. Una persona así ha pasado varias veces por mi vida pero no en el momento en que yo estoy preparado. Se siente satisfecha con mi explicación; le doy quinientos pesos y me quedo con ochocientos, le doy su besito y la bendición y quedamos en vernos muy pronto. Lo dudo, pero estuvimos felices caminando juntos tomados de la mano, dándonos calor y sabiendo que nos queremos.

Sigue: Ida a la Biblioteca, almuerzo en la casa, sesión de internet enviando varios correos, bajando páginas de libros sobre OVNIS y chateando con Edgar, invitación de Edgar a Cine (gran película: “Mi mejor amigo”), irme en bus barato leyendo feliz “Las aventuras oníricas de Randolph Carter”y diálogo post película. Viaje en Transmilenio, caminata hasta su bloque de apartamentos, alargada hasta Unicentro para retirar dinero, comprar cuchillas y prestarme dos mil pesos, agradecerle mucho, llegada a casa y comer habichuelitas con papa y arroz, luego agua de panela; ver “en los Tacones de Eva”, escuchar a Pink Floyd 40 años ¡Con Sid Barret!, a Sting inimitable y escribir este diario.

Retirarme a dormir agradeciendo este gran día y anhelando con esperanza lo que traiga el nuevo, así sea sombrío como el que hoy aparentaba ser. Definitivamente: los nubarrones, cuando hacen daño, están dentro del alma.

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