SUEÑO DEL ÁRBOL CON VALENTINA


EL SUEÑO DEL ÁRBOL CON VALENTINA

Llego a casa de Carolina a buscarlas. Carol no está, pero está Valentina. Pido permiso a Marleny para que me deje sacar a pasear a Valentina. Es el ocaso de la tarde, casi de noche, y así estuvo durante todo el sueño. Marleny llama a la niña y ella sale con desgano, pero cuando me ve se pone feliz y se lanza a mis brazos. Giramos abrazados. Lo curioso es que su cabello no está tan rubio y pienso que antes lo debía tener teñido; también parece como si no lo hubiera lavado en varios días y por eso se ve tan opaco. Entonces me doy cuenta de lo mal trajeada que está y pienso que la tienen muy abandonada. Nos vamos a un bosque cercano, denso y verde oscuro. Elijo un árbol frondoso con muchas ramas y le pido a Valentina que suba. Ella ha caminado tomada de mi mano todo el tiempo contándome muchas historias, del colegio, de su mamita, de los juegos. Parece una lorita mojada. Pero cuando la quiero subir al árbol se asusta y se niega rotundamente a hacerlo. (Hace dos años le enseñé a subir a los árboles. Al principio se mostró miedosa, pero la ayudé a subir y, cuando lo consiguió, se puso muy feliz. Se lanzó desde una rama a mis brazos muy orgullosa). Yo trato de convencerla con argumentos sicológicos, y sólo accede a intentarlo cuando le digo que la subiré en mis hombros para que alcance la primera rama y luego subiré con ella. Así lo hicimos. Alguien nos acompaña desde abajo; parece mi hermana Lucy que siempre lo supervisa todo para que salga bien. Subimos a las ramas más resistentes que forman como una plataforma a media altura y allí nos sentamos a charlar. Valentina no suelta mi mano y por momentos se recuesta en mi hombro. Al final, como las personas abajo insisten en el peligro, la tomo en mis brazos y la acuno. Ella sigue contándome historias y yo la consiento tiernamente. Después tenemos que bajar porque Valentina debe acostarse. Bajamos rápidamente, yo el primero, y recibo a Valentina que se mueve ágilmente entre las ramas. Ya en el suelo, caminamos hasta la casa que está muy cerca, en el mismo bosque, ¡y no tiene tejado! Su tejado es la cubierta del bosque.

Como Valentina va a acostarse, ayudo a preparar su cama. Encuentro unos colchones viejos y decido arreglarlos. Busco el mejor y destruyo los otros, escribiendo el nombre de Valentina con un marcador en el colchón que va a ser suyo, ocupando todo un lado pero debajo del forro que he rasgado a todo lo largo. Valentina está feliz porque ya tiene su propio colchón. Hace escribir mi nombre junto al suyo. Llegan la tía y la abuelita para acostarla. Nos despedimos muchas veces pero cuando me voy a ir Valentina no me deja. Nos dan permiso de jugar un rato porque la niña aún no tiene sueño. Organizamos muchos juegos y también le ayudo a hacer tareas. Finalmente Valentina cae rendida por el sueño, pero se niega a desprenderse de mí. Le doy un beso tierno en la mejilla, otro en la frente, y pongo bien el forro del colchón para que no vean nuestros nombres escritos al respaldo. Valentina dice entre sueños: “Jorge Zambrano, no te vayas”. Yo le prometo que vendré mañana y se queda profundamente dormida. Entonces sí me despido y me marcho lleno de ternura y amor. Así me desperté, haciéndome el propósito de averiguar por Valentina. No la veo desde hace dos años.

Agosto 7 del 2007

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