La realidad del fenómeno extraterrestre-Opinión personal


LA REALIDAD DEL FENÓMENO EXTRATERRESTRE

Opinión personal

“No hay peor ciego que quien no quiere ver” 
PROVERBIO POPULAR

Un apreciado amigo que, contrario a lo que a mí me sucede, tiene los pies bien puestos sobre la tierra, me respondió así secamente cuando le conté acerca de mi sospecha de estar siendo visitado y examinado por seres extraterrestres: “Yo sí creo que exista vida en otros planetas; también creo que civilizaciones superiores a la nuestra nos pueden estar visitando y teniendo contacto con seres humanos... ¡Pero no con usted!”.

Lo que sentí es comparable a la desanimante decepción que me produjo ver el programa “Invasión extraterrestre”, producido por Discovery Channel y en el cual se trata por todos los medios científicos de demostrar que aquellos que decimos tener algún tipo de experiencia consciente o inconsciente con el fenómeno extraterrestre somos una especie de enfermos mentales que no queremos reconocer nuestro problema.

¡Que obcecación en no querer aceptar un hecho que se les sale de las manos a los científicos! ¿Es que acaso porque algo no encaja dentro de sus conceptos  preestablecidos no existe? ¿Es que sólo es real lo que puede ser medido y pesado en un laboratorio y ajustarse a nuestros limitados conocimientos de los fenómenos del universo? ¿Es que tiene que ser obligatorio que las posibles civilizaciones extraterrestres nunca puedan tener contacto con nosotros? ¿Es que entonces la verdad solo se muestra a los que se auto eligen como sus depositarios?   

Definitivamente parece ser que la mayoría de los seres humanos necesitan seguir estando seguros de ser los únicos seres civilizados (¡¿?!) en el universo, sin competencia por la bondad de Dios, sin la posibilidad de que haya seres más inteligentes, más cultos, mas civilizados y mas felices que ellos. Estar solos en un universo casi infinito es el deseo más egoísta y enfermizo del ser humano; pero nuestra cruenta realidad demuestra que nada mejor podemos esperar de una“civilización” donde prima la ley del beneficio propio por encima del de los demás, donde millones de personas mueren de hambre y enfermedades mientras los que han logrado ganar la carrera por el enriquecimiento material se tranquilizan pensando que están en su derecho, porque la sociedad avala y acepta tan lamentable comportamiento.

Es por otra parte bastante ofensivo para la propia dignidad el que una persona que no está en mi pellejo, por más científico que sea, me venga a decir con infundada suficiencia qué fue lo que yo vi, soñé o viví en un momento inesperado de la vida, aparte de aventurar toda clase de interpretaciones respecto de las sinrazones que llevan al testigo a inventarse una experiencia, por lo general desagradable, de la cual sería víctima y victimario al mismo tiempo.

La inclinación de los científicos por partir de una posición de negación ante un fenómeno que no llena todos los requisitos para ser estudiado por los métodos tradicionales, hace que se gasten importantes recursos humanos y económicos en desacreditar a los testigos y víctimas de las experiencias del avistamiento de artefactos de posible procedencia extraterrestre o de la abducción de seres humanos por parte de sus ocupantes. Si se gastara tanto tiempo y tanto presupuesto en demostrar su realidad, creo que todos saldríamos beneficiados.

No es justo que cuando alguien tiene una experiencia de este tipo lo primero que se diga es que está mintiendo o que está loco. Esas brillantes cabezas científicas decretan: “No puede haber civilizaciones superiores a la nuestra; si las hubiera, no podrían venir a la tierra; si vinieran a la tierra, no tendrían contacto con personas comunes y corrientes sino con nosotros los científicos, con el Papa o con el presidente de los Estados Unidos de América. Todo el que diga lo contrario es un mentiroso o un enfermo mental digno de lástima. Punto.” Y a partir de aquí comienzan a investigar. ¡Ni siquiera tiene uno la presunción de inocencia!

La situación es esta y no podemos esperar que cambie por ninguna razón. Nosotros, los que hemos experimentado aunque sea la más mínima injerencia extraterrestre en nuestras vidas, debemos aceptar que nadie que no la haya vivido nos va a creer. Nuestro deber es no dejarnos llevar por el entusiasmo o el temor, pues, hasta ahora, no parece existir un interés por parte de esos visitantes en tener un encuentro directo, abierto y amplio con nosotros; tampoco han intentado invadirnos, exterminarnos o dañarnos intencionalmente en modo alguno. Hay que evitar al máximo esas sectas que prometen la salvación o amenazan con la destrucción por parte de los seres extraterrestres. Tenemos problemas más urgentes que solucionar y nadie los va a solucionar por nosotros, ni siquiera Dios; porque la realización más grande de los seres humanos será el logro de la paz mundial nacida de la hermandad que podemos reconocer y practicar solamente cuando dejemos de pensar exclusivamente en el beneficio material propio.

Sin embargo, es bueno poder comentar estas experiencias con alguien que no las tome como simple charlatanería. Desafortunadamente en Colombia no existe alguna institución que se encargue de ayudar a los abducidos para que asimilen positivamente la experiencia en sus vidas, sin que se les convierta en un problema mayor por la desorientación que pueden generar los tratamientos sicológicos  o psiquiátricos convencionales *. En cambio pululan los grupúsculos de fanáticos que dicen tener entrevistas casi a diario con toda clase de entidades extraterrestres y cuya procedencia y finalidad son bastante oscuras. De estos hay que cuidarse más que de los que tratan de hacernos ver como lunáticos mentirosos.

Pero, en conclusión, este asunto no debe preocuparnos en exceso, ya que él mismo evoluciona sin nuestra intervención. El tiempo nos dará la razón. El plan que tengan “ellos” para nosotros, si es que lo tienen, se llevará a cabo querámoslo o no, y estoy seguro que es para el beneficio de la especie humana.

 * En Nueva York funciona Intruders Foundation, Tel.(212)645-5278, P.O.Box 30233, dirige Mr. Budd Hopkins; www.intrudersfoundation.org.

Bogotá, D.C. Colombia. Julio 23 del 2.001











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