COINCIDENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 4-Los viajes de Gulliver
Crónicas inútiles 4
COINCIDENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Una de las mayores sátiras sobre las formas de
gobierno humano, sus sistemas filosóficos, su egocentrismo, discriminación y
vacuidad ideológica.
Hoy, 20 de enero del 2010, me encontré con una de
las coincidencias bibliográficas más graciosas y sorprendentes:
A las 4 de la tarde, bajo un intenso sol, buscaba
ingredientes para preparar una deliciosa ensalada para mi almuerzo. En la tienda
de don Miguel compré tomate, espinaca, cebollas blanca y roja... pero no había
pepino cohombro. Me explicó que no dejó porque está carísimo. Compré unos
huevos y banano y me encaminé a otra tienda; en la siguiente no había pepinos y
en otra sí los había y muy hermosos. Escogí un plátano maduro para freír y un
cohombro, pequeños, y me acerqué a pagar. Me cobró la muchacha $1.300. ¡$1.300!
–exclamé-. Sí -dijo ella- mirando la bolsa con los vegetales ya comprados y
echando un vainazo: “Es que está carísimo, por eso no encontró en el otro
lado”. Al fin se conmovió y me cobró $1.000 teniendo en cuenta que el plátano
era muy pequeñito.
Llegué a mi casa y preparé una ensalada exquisita,
nutritiva y refrescante, picando finos los ingredientes, poniendo cinco minutos
en salmuera la cebolla y el pepino para suavizarles el sabor, y la acompañé con
una arepa de chócolo, tajadas de plátano doraditas y huevo frito. Un rico
almuerzo en 20 minutos.
Salgo para el centro en un colectivo algo viejo
pero cómodo y con puestos vacíos. Abro mi libro “Los Viajes de Gulliver” y
comienzo a leer, encantado porque el sol dora las páginas desde la izquierda y
leo como en un espacio atemporal. Me imagino entonces que estoy en la época en
que se escribió el libro; leo, mientras por mi ventana se divisa un paisaje de
praderas y montañas cerca del aeropuerto y el sol se dibuja grande y anaranjado
a punto de ocultarse.
Me pasmo cuando leo lo que voy a transcribir y
casi no puedo creer que me esté sucediendo. Es demasiada coincidencia. En la
página 206, capítulo V del Libro Segundo, Swift describe uno de los aposentos
de la Academia de Lagado en los que trabajaban los Proyectistas, sabios
dedicados a las creaciones más absurdas e inútiles.
“El
primer hombre que vi era de aspecto consumido, de manos y cara renegridas, la
barba y el pelo largos, harapientos y chamuscados por varios sitios. Traje,
camisa y piel eran todos del mismo color. Había trabajado durante ocho años con
un proyecto para extraer de los pepinos rayos de sol, que, envasados en frascos
herméticamente cerrados, se sacarían para que calentaran el ambiente en
inviernos crudos e inclementes. Me dijo que no tenía dudas de que en otros ocho
años sería capaz de surtir a los jardines del gobernador con rayos de sol a un
costo razonable, pero se quejó de que sus existencias andaban bajas y me
suplicó que le diera algo como incentivo a su ingenio, teniendo en cuenta,
sobretodo que aquella ¡había sido una temporada muy cara de pepinos! (La
admiración es mía).
Le
hice un pequeño presente, pues mi huésped me había abastecido de dinero con tal
propósito al conocer su costumbre de pedir a todo el que va a visitarlos.”
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