DIARIO DE LA CUARENTENA / Segunda parte


DÍA CINCO  - Martes 24 de Marzo del año 2020

Desperté a las 5:15; la radio está encendida, y hoy volvió Julio Sánchez Cristo a W Radio. Da confianza en la información este señor. Espero los reportes mundiales para dejar nota de cómo va la pandemia.

Soñé que se me quedaba el celular en casa de Edison Larios, hace años fallecido y quien fue un gran amigo y proveedor de trabajo durante muchos años, pero no al final de su vida. En mi sueño él vivía en un sector lejano y peligroso de la ciudad. Allá tuve que ir a ubicarlo y no lo encontré. Pero por el camino me acordé del número de su celular y lo llamé para avisarle que se me quedó el mío, pero no me contesta porque está muerto; allá me atendieron otras personas que viven en el inquilinato, cuando fui la primera vez. Llego de nuevo a esa casa; nadie sale,  pero veo mi celular flecha sobre una mesa a través de una ventana que está abierta. Es una contra ventana de madera, tipo persiana de doble batiente, con materas llenas de flores en el antepecho, porque la casa es antigua y vetusta aunque grande y bonita, como las de la vieja Habana, o como las de las narraciones de Gabriel García Márquez. Me voy entonces para mi barrio; después lo recuperaré. Mi hermano Omar me había acompañado en esa ocasión, y tal vez también Manuelito Morales, mi primo, porque estaban en ese sueño. Nos devolvimos charlando animadamente en un bus viejo, con las ventanas abiertas para que entrara la brisa de un mar invisible.

Anoche vi juiciosamente el capítulo de “The Walking Dead”, aunque fue uno de los malos, muy raro y centrado solamente en una de las protagonistas: Michonne, quien se aventuró en una isla a la que fue guiada por un hombre igualmente afro, medio loco y mentiroso, buscando un depósito de armas inexistente. Pero allí encontró unas cosas que habían pertenecido a su esposo, el archiprotagonista Rick, supuestamente fallecido en la explosión de un puente que cerraría el paso a la horda de zombis. En realidad el actor renunció a la serie –se mamó, como diría Alberto Casas Sanz de Santamaría– ocasionando un largo receso y luego un cambio total en el argumento. El tipo, en vez de ayudarla, la tomó prisionera y la encerró en una casa donde la mantuvo drogada y torturada sicológicamente. En una habitación vecina había otros prisioneros que llevaban años allí y que le aclararon la locura del tipo. Le pedían que lo matara, ya que ella todavía tenía fuerzas para hacerlo. Al fin logró escapar, reducir al negro,  y liberar a los otros; se apoderó de una barca y emprendió el camino de regreso donde su gente. Ante los otros justificó por qué no matar al loco, y lo dejó solo en la isla porque él había prometido “flores todos los días” a su familia allí sepultada. Rarísimo el capítulo, aunque no malo del todo. Parecía otra serie. Al final Michonne se comunica por radioteléfono con su hija Judith, la hermosa, valiente e inteligente niña que es hija suya y de Rick; también le habla a “Hombrecito Valiente” su hijo más pequeño que así se autonombró. Los tranquiliza respecto a su salud y le cuenta a la niña lo que encontró de Rick: creo que unas botas, una chaqueta y un bolso que contiene el celular de Rick, ya sin funcionamiento, pero con un dibujo en líneas blancas sobre la negra pantalla en donde aparecen Rick, Michonne y Judith. Lloran. ¿Está vivo mi padre? Le pregunta la hija, y la conmina a que emprenda la búsqueda, que ella cuidará al hermano mientras tanto y obedecerá al tío Darryl. También le informa que ya tienen dominada a la Horda de muertos caminantes y casi derrotados a los susurradores. Fin. ¿Sería un sueño?

Tomé arroz de leche temprano en la noche; lo último que queda del que recuperé de una pega que envió Jenny. Estaba delicioso. Antes de acostarme, disfruté un tinto con pan Marcelino. Descripción del pan Marcelino: es un redondel de masa blanca semidulce y muy tierna, horneada hasta dorarla, enrollada en espiral descendente de adentro hacia afuera, y con un trozo de bocadillo oculto en el centro, lo que lo hace apropiado para un postre o para acompañar con jugo o Coca-Cola en la tarde. ¡A pagar la cuña, Coca-Cola Company Ltd.!

Ahora descubro, el viernes 4 de abril, que es cuando retomé la digitación de estos escritos, que narré el capítulo de esa serie con el estilo de Roberto Bolaño. ¿Qué no saben quién diablos es Roberto Bolaño? Si no saben, pero les interesa, ¡Googleen, carajo! Escritor chileno muerto en el año 2003, a los 50 años, que dejó publicada una enorme y renovadora colección de cuentos y novelas, e inédita otra cantidad similar de obras. Metódico y serio, con una impresionante cultura literaria, narra y describe con un lenguaje sencillo y un estilo nada pretencioso los más sorprendentes dramas, de esos que le pueden suceder a cualquier mortal; aunque tiene unos relatos de fantasía y de ciencia ficción. Su más famosa obra publicada: Los detectives salvajes; su mejor obra póstuma: 2666, una magistral novela que debo leer pronto, pero que cuando tuve oportunidad de sacar de la biblioteca CEIC, porque fue descatalogada luego, la dejé por su desmesurada extensión: más de mil páginas. Recomienda mucho a Raymond Carver, pero él es mejor que Raymond Carver. He leído algunas novelas de Bolaño y varios tomos de sus cuentos, y he difundido su lectura entre mis pocos amigos lectores.

Ahora entrevista Julio a Bruce Mac Máster, director de la ANDI, Asociación Nacional de Industriales, para conocer el proceso de distribución de las muchas ayudas económicas y materiales que se están recibiendo para ayudar a mucha gente pobre durante la cuarentena. Los ricos inflan el pecho y anuncian con bombos y platillos sus grandes donaciones, o “granitos de arena” como las llamó Luis Carlos Sarmiento Angulo cuando dio $80.000.000.000 de su patrimonio. ¡Cuánto tendrá ese desgraciado, si lo que dio es un granito de arena! Es cierto que el enriquecimiento que permite la libre empresa capitalista en el mundo libre es legal y merecido, pero eso no quiere decir que tenga que ser ilimitado, porque eso ha llevado a os peores niveles de desigualdad en la historia. Dixit.

Dormí otro rato y desperté al escuchar que están entrevistando a Gustavo Petro Urrego, el ex candidato presidencial de izquierda por el que voté, y el cual perdió las elecciones con el actual presidente Iván Duque, habiéndose conocido recientemente que hubo compra masiva de votos en ciertas regiones y otras trampas para que gobierne la ultraderecha, o sea el señor Álvaro Uribe Vélez, que es quien mueve los hilos en ese partido supuestamente de centro y supuestamente democrático. Petro hizo un diagnóstico acertado sobre la pandemia y el manejo que debe seguirse. Ya me había contado mi hermano Carlos algo de esto. Conciso y sin populismo, resaltó las cosas buenas que han hecho los gobiernos nacional y local, criticó las malas decisiones y mostró cómo corregirlas, y dio un concepto del manejo clínico que debe hacerse para combatir la pandemia del Covid-19. Al final dijo, profetizando sin duda: “Si no aprendemos ahora el manejo clínico a nivel mundial de este tipo de pandemias, no podremos enfrentar con éxito las pandemias que vienen debido al cambio climático”.
Hasta aquí llegaron las notas. Lo siguiente es esto: A las 13:00 salí por Acetaminofén de 665 mg para mi mamá. Debo ir a Compensar de la 53 por la autorización, y luego a la Farmacia Audifarma, en la calle 26, por el medicamento. Demoré 4 horas en estas gestiones. Mi hermana Lucy me dio $10.000 para esta vuelta.

Lo normal es que hubiera desayunado y me hubiera duchado hacia el mediodía. Y ahora anotaré las anécdotas del viaje a Compensar. Empecé mal, pues cuando iba a subir a la buseta SE6 no tenía saldo suficiente en la tarjeta, entonces fui a recargar en la pañalera. Debía dinero, y me quedó sólo un viaje disponible. Demoró mucho tiempo en pasar la siguiente ruta, la C36. Hay poquísima gente, y el cielo amenaza con lluvia por lo que la tarde es desapacible. Pero debo tener paciencia y cumplir mi objetivo, pues lo que hay es tiempo, ¡Y llevo el paraguas! Dormí un ratico aunque el vehículo se mueve mucho porque va rápido debido al escaso tráfico. Y de pronto se soltó el aguacero, el cual había calmado un poco cuando llegué a la Avenida 68 con Calle 53. Y quedo pasmado cuando veo una tremenda fila de gente. Pregunté al portero y me cuenta que es que dejan entrar sólo de a cinco personas por turno, y que de todas maneras va a estar abierto en horario normal hasta las 5 pm. Otra cosa sería sin lluvia, pero ya estoy aquí y no me iré sin mi autorización. Hice pacientemente mi fila contemplando la lluvia y el cielo gris. Pasó para Suba una buseta del viejo sistema repleta de gente; ¿Dónde queda allí el distanciamiento social? La mayoría van sin tapabocas en esa cocina del infierno.
Me tocó discutir con algunas personas para que respeten las distancias, mientras más adelante unas viejas de diferentes categorías y tamaños hablan en grupo como loras mojadas, por supuesto que están mojadas y son unas loras despreciables. Tres tienen tapabocas, pero dos no, e imagino el tremendo intercambio de peste a esa distancia de 50 centímetros. Demoré allí hora y media y al final el portero se puso a hacer respetar las distancias. Y adentro me comunica la amable señorita, así no más, que ya está autorizado el medicamento y puedo reclamarlo en la farmacia. O sea que pude evitar esta fila, pero es que la vez pasada tocó ir por la autorización y además esta es una nueva tanda de entregas. Pero lo mejor era asegurarme.

Ahora sí voy a la farmacia Audifarma, pero, oh sorpresa, también hay una larga fila, y esta vez toca esperar en el primer piso antes de subir por la ficha para luego aguardar el llamado a la ventanilla. Otra vez el tema de las distancias. Aquí las personas colaboran más, y estamos bajo techo. A propósito, esta sede es arquitectónicamente muy acertada, amplia, con finos materiales en acabados, mucha luz natural y buena distribución, aunque con el tiempo se va haciendo insuficiente para la creciente demanda. Espero cerca de una hora abajo, y media arriba, otra vez peleando con la gente, que teniendo mucho espacio se pega como manada de conejos… ¿O de burros?

Ya oscureció aunque apenas son las 5. El frío debe ser tenaz, pero yo tengo mi buena chaqueta, y saco de hilo grueso debajo. A las 5:45 salí triunfante con las pastillas de Acetaminofén de 665 mg, para que al llegar a la casa mi mamá me reciba diciendo “¿solo eso le dieron?”. Le conté que hace días reclamé todos los otros medicamentos y éste era el único faltante porque es el más complicado. Tuve que caminar hasta la estación de TransMilenio para cargar el pasaje, y allí la buena suerte me acompañó. Aunque solo hay una joven señora gordita ante la taquilla, se demora esculcando en la cartera; de pronto se vuelve y me mira suplicante a la cara. “Señor, qué pena, ¿Podría comprarme un pasaje con su tarjeta?”. “con mucho gusto le dije, y pedí dos pasajes. La señora me dio el dinero, le di las vueltas y la acompañé a pasar el torniquete. Yo, que pensaba viajar en TransMilenio, decidí regresar a la Avenida 68 y validar gratis mi transferencia. Así lo hice y me economicé un pasaje. Una pequeña economía importante para mí. Al llegar, me cambié los zapatos, pantalón y medias, y puse los otros a secar detrás de la nevera. Me tomé un tinto, almorcé y me recosté a ver televisión. Fue una dura jornada. No recuerdo más detalles, pero creo que no es poco ya que han pasado diez días. (Terminé este relato a las 20:34 horas del 3 de abril del 2020, escuchando buena salsa clásica comercial en W Radio, “Salsa con estilo”; para la buena salsa no comercial toca escuchar “Caribe y Sol” en Javeriana Estéreo, más tarde, o “Laúd en su salsa” de la Emisora Universidad Distrital).

DÍA SEIS  - Miércoles 25 de Marzo del año 2020

10:18 No me he levantado aún. Preparé un café expreso y me acosté a hojear una revista de Diseño Interior; fantástica. Es del año 2000, pero qué avanzados y bellos diseños en muebles, decoración y Arquitectura. Leo ante todo los pies de foto. Aprendo mucho. Se me ocurrieron unas ideas para el diseño de muebles con tubos de cartón recuperados, desarrollando estructuras de 3 o más tubos para base de mesas, butacos, sofás y hasta camas. Importante adquirir herramientas de corte y perforación, y encontrar los pernos o las cintas especiales para hacer las uniones. Ya hice unos apuntes en mi cuaderno de diseño.

Carlos está hace media hora visitando a mi mamá; hablando sin descanso en ese reducido espacio. Me parece irresponsable de su parte, pero si uno le dice, se emberraca y se justifica de mil maneras. El virus se transmite por micro gotas de saliva que flotan en el aire antes de posarse en las superficies, y en ese cuarto el aire ya debe estar saturado. No es que diga que él tiene el virus, sino que hay que convertir las precauciones en rutina. Mientras menos posibilidades de circular demos al Coronavirus, más posibilidades tendremos para combatirlo con éxito. Me va a tocar poner avisos de prevención a la entrada de la casa.

Escucho W Radio y miro una buena revista colombiana de Moda, Fucsia, que ya no se publica más. Cuando se fue Carlos, recogí mi cama y comenté el asunto que me preocupa con mi hermana Lucy. También le preocupa, pero tampoco se anima a decirle algo a Carlos. Asperjo alcohol antiséptico en el cuarto de mi mamá y en el zaguán, las escaleras y el portón. Mi mamá tiene un poco de tos, y en un momento de calma Marco le hace las inhalaciones con Bromuro de Ipratropio.

400.000 infectados en el mundo. Más de 2.800’000.000 de personas confinadas. En Estados Unidos hay 35.500 afectados y en México 367, pero esos países aún no han decretado la cuarentena. En Francia y España se cuentan los muertos por centenares cada día a causa del virus porque esos países no tomaron las medidas para contener la expansión a tiempo.

Me duché a las 11:20. Luego preparé un rápido desayuno. ¡Marco aún no se ha duchado ni desayunado! Lo hace luego de que yo termino mi proceso. Hay de todo, gracias a Dios. Hago el anuncio de que saldré a hacer algunas compras y varios me encargan sus cosas. Hago la lista y me preparo. Llamo a mi sobrina Jenny y me pide que cuando pase por allá le lleve unas copias que Omar le imprimirá para una tarea de Juan Pablo. A propósito, los profesores de él y de Juan David se han sobreactuado exigiéndoles trabajos, incluso de nivel superior al que cursan.

Iré donde Jenny, a Villas del Madrigal, porque allá sí tiene buen Internet y me permitirá conectarme un rato. Debo hacer varias cosas urgentes de trabajo. Enciendo mi PC y grabo en un CD los archivos que tengo que enviar o publicar; entre otros, estos Diarios.

Me cambié totalmente de ropa, toda recién lavada. Me armo de paraguas (mi BMW), una bolsa nueva para las compras y la lista de productos. Me llama Jenny y arranco. Primero paso a la droguería a la vuelta de mi casa. No hay alcohol, no hay tapabocas, no hay gel antibacterial, ¡no hay ni mierda! Sigo para La Palma y compro queso tajado, gomitas Grizzli para Jenny y Juan Pablo, y minutos de recarga para mi celular. Compré al salir las Chocolatinas Jet donde el señor Rodríguez, aunque ahí son más caras, igual que las gomitas. Compro un limón en la verdulería de don Daniel (“el líchigo”, llamamos popularmente a ese tipo de negocios); el viejo me miró mal, tal vez por no tener yo un tapabocas puesto, y me cobró $600 por el limón; iba a dejarlo e irme, pero la esposa muy amable lo pesó y me dijo “Qué pena, es que él se equivocó; vale 300”. Pagué y salí. Desde ayer me di cuenta que en la calle la gente lo mira mal a uno si no tiene tapabocas. Lo que dijeron las autoridades de salud fue que deben llevarlo los que están con tos o síntomas gripales, o si no serían insuficientes los tapabocas para todo el mundo. Pero cuando a la gente se le mete una idea equivocada en la cabeza (tal vez por las malditas redes de WhatsApp). Seguro son personas que mantienen las apariencias pero no guardan todas las precauciones debidas. Puercos hipócritas, fariseos; seguro en sus casas todo está sucio y ellos se la pasan tosiendo o estornudando sobre la palma de las manos, ya frescos porque nadie los ve. Toca seguirles la corriente para no ser discriminado. Para salir de la casa uso unos zapatos que me quito y dejo a la entrada al llegar; siempre cargo mi gel antibacterial de bolsillo, y en la calle mantengo la distancia prudencial con las personas, evitando hacer gestiones en lugares donde haya fila o gente acumulada. Me lavo las manos cada dos horas y no uso tapabocas en la casa porque llevo muchos semanas sin toser o estornudar. Y colaboro para que todo esté desinfectado.
Bueno, en mi itinerario pasé donde Anita y compré el chocolate y otras gomitas. Ella es muy amable y eficiente, y me gusta comprar allá. Pero me gusta más comprar en La Palma porque esa señora Martha se pone toda nerviosa cuando me ve, y yo sin darle motivos. Pero es toda bonita y yo a veces le charlo un rato. Luego llegué donde Leidy, ya me esperaba en la puerta, pues la había llamado previamente.  

A estas alturas, si me había cruzado con 20 personas es mucho, y eso que es la hora de surtirse para el almuerzo y el resto del día. A las 4 pm, cuando regresé a mi casa, las calles estaban completamente solitarias y cerradas las tiendas de víveres. Leidy salió y me entregó 3 tapabocas que me obsequia. Le había encargado sólo uno. Le entregué las chocolatinas mientras saludo a su mamá, y entonces se asomó Nicol Sofía haciendo caritas felices. Le di $10.000 a Leidy para ayudarle en estas circunstancias. Cuando ella está trabajando también me ayuda. Me dijo “Yors, te amo”. Le dije gracias, y chao a todas. Me calo mi tapabocas especial, negro y azul, y paso donde Omar. Por la ventanita del gran portón me entregan las fotocopias para Juan Pablo. Omar me ayudó ayer con $30.000 y con eso es que he podido proveerme. Sólo me quedaban $6.000.

Entré a Villas del Madrigal atravesando el desolado parque lineal. Los pajaritos cantan, pero noto su canto triste, como si extrañaran el bullicio de la gente. Me persigno ante la imagen de la Virgen en el altar bajo los grandes árboles. Hay veladoras encendidas a sus pies. Allá lejos un señor pasea a su perro. Yo me apresuro porque comienza a llover suave. Llegué donde vive Jenny y subí directamente al tercer piso porque tengo las llaves.

Feliz por ver a Pablito, que no sale de su apartamento desde que comenzó la cuarentena en Bogotá. Hablamos de su posible traslado a mi casa cuando termine las tareas y exámenes del primer bimestre. Espero que Jenny venga también y cambien un poco de ambiente. Ahora están haciendo el almuerzo. Juan Pablo me ofrece muchas cosas, pero sólo acepto una aromática de hierbabuena. Antes de conectarme a Internet explico a Juan Pablo una tarea de Biología sobre la pirámide alimenticia; consumidores de uno y otro nivel, depredadores, etc. Reviso mi Facebook, publico en Mi Blog, entro a Twitter, a mis correos; intercambié datos con Juan Carlos Mattos para elaborarle un carnet. Me funcionó perfecto el CD como unidad flash o USB. Ángela Cristancho me compartió algunos links interesantes; ayer hablé con ella y me tranquilizó respecto de la situación en su casa. Otra buena amiga y socia en varios proyectos que he ideado. 

(Ahora que escribo en mi cuaderno estas notas, suena Cat Stevens en W radio y me sorprende lo nítida que escucho la letra de una canción que cuando estuvo de moda no entendía. “Father and Son” se llama, y dice “It’s now time to make a chance, it’s time to find a girl”). En Facebook no ha sucedido gran cosa después de seis días ausente. Tampoco es que tenga interacción con mucha gente. El tema universal en redes es la pandemia de Coronavirus y la cuarentena por prevención. Y mi Valentina ya tan grande y autónoma, expresando sus ideas con humor y desparpajo, aprovechando su popularidad. Cada comentario de ella tiene cientos de “likes” y muchos comentarios. A veces contesta o pone “Me gusta” en mis comentarios, toda tierna. Admiro a esa niña que fue mi consentida y mi inspiración para varias historias durante dos años cuando ella tenía 5; ahora tiene 19 y es toda una mujer, hermosa y alta, con aspecto de europea por su piel blanca, sus ojos verdes y su cabello rubio ondulado y abundante; pero admiro ante todo su autenticidad.

Ah, bueno, algo importante: me escribió esa amiga que es diseñadora experta de páginas web, disculpándose por no haber contestado ni devuelto mi llamada de antier. Le explico mis circunstancias y le pido que me llame cuando tenga tiempo para hablar de negocios. De paso me compartió unos hermosos videos en el Messenger. Esa misma noche me llamó, a las 20:20 y hablamos durante 26 minutos. Es una linda mujer a la que quiero mucho aunque poco nos vemos, pero compartimos varias aficiones y espero que algún día seamos más cercanos para compartirlas. Me vibra el corazón al recordarla.

Le envié a Édgar Castro Sotelo, Arquitecto, socio de sueños, amigo y confidente, dos etapas del proceso de diseño de la imagen corporativa para “Mila, Cocina y Café”, pero no he obtenido respuesta. En ese trabajo tengo una reserva económica para cuando termine la cuarentena.
Terminé mi agua de hierbas, desinfecté el equipo, el mesón y la silla y procedí a empacar las cosas. Jenny me dio un pedazo de torta de maíz choclo con queso y bocadillo de la que hizo para el almuerzo; me la comí en casita, con el mío, deliciosa. Le tocó aprender a cocinar, como a muchos, a causa del confinamiento, aunque muchas veces pide a domicilio, pero no hay bolsillo que aguante; así ella gane buen sueldo también debe economizar. Saqué la basura al contenedor. Me doy cuenta que botaron todo lo reciclable y estaban hablando de hacer la maqueta de una célula con materiales reciclados (otra de esas tareas absurdas, como las que me hicieron renunciar al sistema educativo tradicional y volverme autodidacta).

Escribo a las 00:40 del jueves 26 de marzo, debido a que dormí mi siesta de dos horas en la sala, a oscuras, de la cual me despertó la hermosa voz de mi amiga (y digito a las 22:15 del viernes 3 de Abril, escuchando Booggie Nights en W radio).                                                                                                                                                                                     
Como imaginaba, ya está cerrado el almacén donde pensaba comprar algunas cosas de aseo. Volví al barrio por calles desoladas, pero una señora con un niño igual a Juan Pablo pasea sin ningún problema. Se acerca una moto policial con dos agentes y me paro a ver si la detienen, pues los niños están en toque de queda hasta Mayo, razón por la que Jenny no ha llevado a Juan Pablo a nuestra casa. Pero los policías pasan sin inmutarse y la señora sigue su camino. Buen punto para mi proyecto de traer a Juanpa. Ahora caigo en cuenta  que la policía está guardando bien la cuarentena, porque nunca he visto tan pocos como en estos días.

Pasé a una cuadra de mi casa y compré el jabón líquido antibacterial; el señor del almacén atiende sólo de a una persona, con la puerta entrecerrada; tres tipos con tapabocas hacemos fila guardando las distancias; un muchacho que a veces entra a la tienda del mono a jugar rana y beber cerveza está de tercero, me saluda efusivamente desde lejos, sonriendo con los ojos, y me parece raro porque allá no me saluda o me saluda secamente; Julio es su nombre, y después de la pandemia seremos amigos, por lo visto. Fui hasta la droguería Farmacenter y allá sí encontré una botella de alcohol antiséptico al 70%, de buena marca, una botella por $5.800.

Ya cumplí con todo y regresé a la casa. Me desinfecté y subí la chaqueta a la azotea para que se airee, entré a orinar –sentado, por respeto a las mujeres que usan ese baño– porque estaba represado hace rato (como se trata de un diario, que es donde se cuentan las cosas más íntimas, no voy a suprimir esta parte, y porque los superhéroes también vamos al baño), me bañé la cara y las manos, y entonces puse a calentar mi almuerzo. Como es normal, Marco no ha almorzado. Caliento fríjoles que todavía quedan de antier, alisto la ensalada y preparo patacones rápidamente. Serví el almuerzo y me senté ante el computador para ir leyendo una novela de ciencia ficción de Arthur C. Clarke, “Historias del planeta Tierra”. Más o menos. Nada como las de Stanislaw Lem, el polaco genial del que pienso llevar al cine la obra “Congreso de Futurología”. Leeré completa esta colección de cuentos y les iré contando. En el PC no aguanto leer más de diez páginas por sesión; para mí, nada como un buen libro físico. Pero la cuarentena obliga…

Muy rico el almuerzo. De sobremesa: calentano y aguadepanela con un toque de café. Después fue que apagué el computador, lavé la loza y me acosté bien arropado a dormir la siesta en el sofá pequeño hasta las 20:20, hora en que me llamó mi querida amiga para hacer mi cuarentena más feliz.
Me incorporé; van a ser las 9 de la noche, Lucy ya subió a “sus habitaciones”, mi mamá está encerrada en su cuarto y Marco navegando en Internet; curioso, se navega allí no sobre un mar sino en una red, y los piratas asaltan con virus, no como el Covid-19 sino hechos de algoritmos para robar datos. Da para una historia. No se la roben, perros piratas. Preparé un rico café espresso en mi prensa francesa; encendí el computador y terminé el arte final para imprimir el carnet mañana. Hice pruebas; todo OK.

A las 22:30 hice mi cama, no como cuando uno se levanta y la tiende sino para acostarme, porque a mí me toca hacer mi cama todas las noches. Escucho El Cartel Paranormal de La Mega que hoy está bueno, con el tema de leyendas. Tuvo al comienzo un lapsus con esos diagnósticos de brujería a petición de algunos oyentes y que no les sirven sino a esos oyentes; no le puse cuidado porque trabajaba en el diseño aquel, pero me interesé otra vez cuando pasó a la leyenda del Mothman, su primera aparición en Chicago y otras en toda Norteamérica y Europa; y luego un buen especial de Iván Martínez, youtuber de misterio, de los mejores. También llaman los oyentes y cuentan muy buenas historias, y lo mejor es que hoy no está Daniel Tripas en la vena de poner en duda la realidad y verdad de las vivencias que cuentan los oyentes.

Al fin me acosté y me puse a escribir estas notas en mi cuaderno “Vive la Aventura Jet”, argollado doble o y de excelente formato cuadrado. Es la 1:10 de la madrugada y no tengo sueño, pero trataré de dormir. Buenas noches mundo en cuarentena.


DÍA SIETE  - Jueves 26 de Marzo del año 2020

Hoy cumplí lo prometido, no salí de la casa ni a la tienda de la cuadra siquiera; tampoco escuché noticias sobre la pandemia, hay que descansar. Así y todo el día pasó rápido. Ante todo recuerden que me dormí, me obligué a dormir después de la una de la madrugada; creo que me dormí a las dos finalmente. Antes, a la 1:47 desperté en medio de un sueño mientras escuchaba dormido El Cartel de La Mega. Es la repetición del Cartel Normal, y están tratando de encontrar a una chica para dedicarle una serenata. Claro que es una serenata de broma, horrible, cantada por los locutores de la emisora, donde si la oyente no cae en cuenta que es de La Mega, cuelga inmediatamente. Planean la llamada para que si la chica contesta ellos le pondrán la canción que el enamorado le quiere dedicar (creo que se llaman Carol y Mauricio). La canción es “Traicionera” interpretada por Pastor López (“Oye traicionera: cuando yo me muera, donde yo me encuentre rogaré por tu alma”). La serenata es de despecho. Daniel Trespalacios anuncia que cuando ordene marcar, Juan Pablo Laguna marca, y Mira tiene listo el tema; pero antes, en el sueño, yo me veo con ellos en el estudio, accionando todo en el piso sobre una alfombra para mayor comodidad; pero también estoy acostado en mi habitación y tengo el teléfono fijo al lado mío. En mi mente escucho el número 2102030, y lo marco; suena tres veces; levantan el auricular y yo tiemblo por el suspenso. Contesta una mujer con voz de timbre fuerte pero melodioso: “Aló... ¿Quién habla?”. Entre el Aló y el Quién Habla hubo un intervalo durante el que quedé mudo porque me había adelantado a los de la emisora sin que tuvieran lista la canción. Y colgué sin responder. Entonces Daniel dio la orden y yo supe que la chica ya no contestaría porque la primera vez nadie le habló. Preciso, el teléfono sonó y sonó y nadie contestó. Imaginé a la chica expectante e indecisa al otro lado de la línea. Insistieron, pero nada. Despidieron al oyente y le desearon buena suerte con su “tusa”. Yo desperté decepcionado porque entendí que la había embarrado. Apagué la radio y me quedé echando cabeza: ¿Y si hubiera sido cierto? Noooo, porque el programa es una repetición del de las 7, o sea que deberían ser las 8:47 de ayer cuando llamaron a la muchacha. Pero mi intervención en el sueño me dejó intrigado. ¿Y si llamo a ese número y me contesta la misma voz? No lo hice. No lo haré, por físico miedo. Y eso que no es el Cartel Paranormal.

Al fin pude dormir y desperté casi a las 9. Demoré en levantarme. Hoy no tomé tinto expreso en la mañana, y creo que me hizo falta. Tomé té, pero no es igual de bueno para mí. Costumbres son costumbres, y por algo llevo 42 años con ese hábito. Seguí haciendo pereza en la cama hasta que sonó el timbre y era la terapista física para mi mamá. Yo le abrí el portón y subí a bañarme. De acuerdo con Lucy le pedimos que mientras dure la cuarentena es mejor que no venga a atender a mi mamá. Ella, la terapista, está en constante circulación por la calle y en contacto con pacientes de diversa condición. Anda por la ciudad en su bicicleta y eso es bueno, pero hoy venía tosiendo y eso reforzó nuestra decisión, a pesar de que usaba tapabocas y se desinfectó al llegar.

Me duché, me cambié de camiseta y me puse a preparar un desayuno rápido: dos panes con queso, horneados, y huevo frito que metí de a medio en cada pan; resultado: un sensacional sándwich de pan con huevo y queso en par patadas; más una taza de chocolate en agua, oscurito, y listo. Desayunado el indio, como diría mi mamá.

Como yo tenía antojo de sancocho desde el sábado pasado, Lucy anunció que hoy lo haría. Colaboré con $7.000 para poder compartirlo tranquilo, porque ahora tenemos ollas separadas. Mi hermana hizo uno de los mejores sancochos de la historia, espesito, con los ingredientes en perfecto balance, hasta con mazorca, bueno de sal y sin saturación del sabor a costilla de res que no pudo abstenerse de echarle, poquita por suerte. “¡Esa maña de echarle animales a la sopa!”, expresé un día en Cajicá cuando iba a servir un plato de sopa y lo primero que salió en el cucharón fue un ala de gallina. Allá poco a poco han dejado la costumbre, y ya me he tomado unas deliciosas sopas que alabo ruidosamente antes de que me cuenten que no tiene un tris de animal. Por esa maldita maña es que estamos como estamos: por allá en Wuhan se hicieron una suculenta sopa de murciélago, que podría ser de gato, de conejo o pollo, y ahí nació el virus que está matando al mundo. Pandemias han venido de los cerdos, las vacas, las ovejas y los pollos; o sea que no vayan a agarrarla contra los pobres chinos y los pobres murciélagos los fariseos de la culinaria. ¡Viva el vegetarianismo! A evolucionar, humanos.

Almorzamos en el comedor, como buenos hermanos pero guardando las distancias reglamentarias, Marco, Lucy y yo. Mi mamá comió en su habitación. Yo no pude más que con plato y medio.
Después le marqué al Arquitecto Édgar Castro, pero no contestó ni devolvió la llamada (y esta es la hora que nada). Espero que ya haya visto los archivos de avance al diseño de imagen corporativa de “Mila, Cocina y Café”. Leí sobre Alquimia en el computador, y revisé los libros disponibles en la carpeta de Libros Completos. Tengo buenas existencias en mi Biblioteca, herencia de unos archivos que le guardé a Nicoll Rubiano Briceño cuando aún estudiaba en bachillerato, y que he ido aumentando con adquisiciones propias. En libros físicos tengo una buena colección, y en revistas, ni hablar: miles de revistas de buena factura sobre Moda, Arte, Arquitectura, Diseño, Ciencia y Misterios. De las revistas de Diseño, Arte  y Arquitectura aprendo mucho, y de las de Moda saldrá una gran serie de obras de arte en gran formato con dibujos, pinturas y collages que traduzcan mi visión de la armonía estética  allí encontrada.

Hacia las 5 de la tarde me dio sueño, pero no voy a dormir porque si lo hago podría desvelarme esta noche. Subí entonces a la azotea porque hay un hermoso atardecer. Mientras tanto Marco limpia los muebles del comedor, cuyo tapizado en una tela gamuzada azul oscuro coge fácilmente la mugre (concesión al corrector de Word, “la” por “el”). Me senté al filo de la barda mirando al norte y disfruté 5 minutos de la paz del ambiente, del silencio adornado por el canto de algunos pájaros y el vuelo ondulante y rumoroso de las palomas que anidan en los tejados. Las nubes están muy quietas y multiformes, comenzando a teñirse con el sol dorado del sol poniente. Pero bajé pronto porque tengo el agua de panela puesta en la estufa. Los vecinos ya habían comenzado a husmear como hienas preguntándose qué hará ese loco contemplando el cielo. Me preparé un delicioso tetero, o sea agua de panela con leche, y lo acompañé con mogolla integral, charlando con mi mamá. Descripción de mogolla integral: es un pan redondo y convexo de masa carmelita densa y ligeramente dulce, con diversos cereales en su composición y con salvado de trigo espolvoreado en su superficie. Esta parte me hace recordar mi proyecto de un libro de poemas –ya tengo algunos– llamado “Tortinas”, en donde cada poema es una sencilla receta de cocina. Es que la gastronomía tiene mucha poesía. Que lo diga mi sobrino Santiago, gran Chef y lector de buenos libros.
Después rehíce el arte final para imprimir el carnet del empleado de Juan Carlos Mattos Negrete, porque el archivo se había dañado. Por suerte había hecho pruebas de impresión y de allí escaneé el diseño.

(Escribo en el cuaderno Jet el 27 de Marzo a las 14:24; digito en el PC De Lux el 4 de Abril a las 23:08, escuchando música salsa de esa no comercial, en Laúd Estéreo).

Terminé a las 7 pm. Después Marco me prestó la laminadora, la cizalla y la bordeadora; aparatos que están almacenados hasta que reinicie su negocio de carnets, en una buena oficina y con una buena piernona como secretaria. Imprimí cuatro carnets sobre Teslin y salieron muy bien. Marco me hizo el favor de laminarlos, pues “la experiencia no se improvisa”, y si yo me pongo a laminarlos puedo dañarlos. Tan pronto estuvieron listos llamé a Juan Carlos para avisarle, pero le dije que en vista de las circunstancias el trabajo no valía $20.000 sino $30.000. Le expliqué las dificultades de hacer esto sin los recursos adecuados y en condiciones de confinamiento, pero se enojó un poco. Esta es la hora que no ha pasado a recogerlos. Hice dos. Uno lo metí en funda de vinilo y al otro le conseguí un porta carnet translúcido con gancho portante. Yo siempre hago un trabajo muy profesional que pocos saben reconocer; razón por la cual he dejado el trabajo de Publicidad poco a poco.

Ya sintonicé El Cartel Paranormal de La Mega, cuyo tema hoy son las pesadillas; de dónde vienen y qué pueden significar. En general casi nadie sabe y todos creen tener la razón. Los científicos son los peores escépticos porque a todo le dan una explicación sesgada. Consta en la historia que hay sueños proféticos, pesadillas que previenen sobre un peligro, sueños que liberan o sanan un estado mental, otros que traducen el estado psicológico del soñador. Y aunque nadie puede decir que todos los sueños tienen una única explicación, tampoco puede decir que no tienen ninguna.

Finalmente no pasó Mattos por los carnets. Alisté mi cama. No encendí ni un minuto el televisor. Hacia las diez puse música y me acomodé a leer unas fotocopias del libro “Ogilvy en Publicidad”, de David Ogilvy, una autoridad en el tema porque es uno de los mejores creativos de la historia de la Publicidad; fundador de la agencia Ogilvy & Mather, muy influyente a nivel mundial; que inventó las mejores formas de anunciar y vender un producto o servicio.

Bajé a asegurar el portón. Revisé ventanas, apagué luces y me acosté a escuchar El Cartel. Estuvo interesante. Siempre las historias de los oyentes que llaman son las que salvan el programa cuando está cayendo en la monotonía del negacionismo de sus periodistas, porque para ellos lo paranormal no es real y la única realidad es cartesiana y puramente materialista. Cada uno sabe lo que vio, vivió o padeció y nadie puede burlarse de eso ni negarlo porque sí.

A las 23:30 apagué la luz y acomodé mis almohadas para contrarrestar el dolor de espalda que me acompañó todo el día con variada intensidad, y que mostró su poder incapacitante cuando iba a bordear los carnets y me tocó hacerlo en el piso porque la fuerza que debe uno hacer para accionar el troquel me hizo doler increíblemente la espalda. Lo hice finalmente, pero quedé adolorido y agotado, pensando cómo hacer para combatir estos dolores sin utilizar medicamentos paliativos. Como a veces no se presenta el dolor, es señal de que puede solucionarse; tal vez cambiando de colchoneta y almohada para dormir, o tal vez haciendo ejercicio adecuado, o mejorando la posición al sentarme todo el día al computador, etc. Listo, logré dormir y descansar bien.


DÍA OCHO  - Viernes 27 de Marzo del año 2020

No hay registros, ni recuerdos ya de este día. Se perdió irremediablemente. Seguro nada importante pasó. Ah, sí. A las 14:24 estaba escribiendo las notas del día anterior. Ver registro. Si algo aparece en los polvorientos rincones de mi memoria, lo agregaré a continuación.




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