DIARIO DE LA CUARENTENA / Segunda parte
DÍA CINCO - Martes
24 de Marzo del año 2020
Desperté a las 5:15; la radio está
encendida, y hoy volvió Julio Sánchez Cristo a W Radio. Da confianza en la
información este señor. Espero los reportes mundiales para dejar nota de cómo
va la pandemia.
Soñé que se me quedaba el celular en casa
de Edison Larios, hace años fallecido y quien fue un gran amigo y proveedor de
trabajo durante muchos años, pero no al final de su vida. En mi sueño él vivía
en un sector lejano y peligroso de la ciudad. Allá tuve que ir a ubicarlo y no lo
encontré. Pero por el camino me acordé del número de su celular y lo llamé para
avisarle que se me quedó el mío, pero no me contesta porque está muerto; allá
me atendieron otras personas que viven en el inquilinato, cuando fui la primera
vez. Llego de nuevo a esa casa; nadie sale,
pero veo mi celular flecha sobre una mesa a través de una ventana que
está abierta. Es una contra ventana de madera, tipo persiana de doble batiente,
con materas llenas de flores en el antepecho, porque la casa es antigua y
vetusta aunque grande y bonita, como las de la vieja Habana, o como las de las
narraciones de Gabriel García Márquez. Me voy entonces para mi barrio; después
lo recuperaré. Mi hermano Omar me había acompañado en esa ocasión, y tal vez
también Manuelito Morales, mi primo, porque estaban en ese sueño. Nos
devolvimos charlando animadamente en un bus viejo, con las ventanas abiertas
para que entrara la brisa de un mar invisible.
Anoche vi juiciosamente el capítulo de
“The Walking Dead”, aunque fue uno de los malos, muy raro y centrado solamente
en una de las protagonistas: Michonne, quien se aventuró en una isla a la que
fue guiada por un hombre igualmente afro, medio loco y mentiroso, buscando un
depósito de armas inexistente. Pero allí encontró unas cosas que habían
pertenecido a su esposo, el archiprotagonista Rick, supuestamente fallecido en
la explosión de un puente que cerraría el paso a la horda de zombis. En
realidad el actor renunció a la serie –se mamó, como diría Alberto Casas Sanz
de Santamaría– ocasionando un largo receso y luego un cambio total en el
argumento. El tipo, en vez de ayudarla, la tomó prisionera y la encerró en una
casa donde la mantuvo drogada y torturada sicológicamente. En una habitación
vecina había otros prisioneros que llevaban años allí y que le aclararon la locura
del tipo. Le pedían que lo matara, ya que ella todavía tenía fuerzas para
hacerlo. Al fin logró escapar, reducir al negro, y liberar a los otros; se apoderó de una
barca y emprendió el camino de regreso donde su gente. Ante los otros justificó
por qué no matar al loco, y lo dejó solo en la isla porque él había prometido
“flores todos los días” a su familia allí sepultada. Rarísimo el capítulo,
aunque no malo del todo. Parecía otra serie. Al final Michonne se comunica por
radioteléfono con su hija Judith, la hermosa, valiente e inteligente niña que
es hija suya y de Rick; también le habla a “Hombrecito Valiente” su hijo más
pequeño que así se autonombró. Los tranquiliza respecto a su salud y le cuenta
a la niña lo que encontró de Rick: creo que unas botas, una chaqueta y un bolso
que contiene el celular de Rick, ya sin funcionamiento, pero con un dibujo en
líneas blancas sobre la negra pantalla en donde aparecen Rick, Michonne y
Judith. Lloran. ¿Está vivo mi padre? Le pregunta la hija, y la conmina a que
emprenda la búsqueda, que ella cuidará al hermano mientras tanto y obedecerá al
tío Darryl. También le informa que ya tienen dominada a la Horda de muertos
caminantes y casi derrotados a los susurradores. Fin. ¿Sería un sueño?
Tomé arroz de leche temprano en la noche;
lo último que queda del que recuperé de una pega que envió Jenny. Estaba
delicioso. Antes de acostarme, disfruté un tinto con pan Marcelino. Descripción
del pan Marcelino: es un redondel de masa blanca semidulce y muy tierna,
horneada hasta dorarla, enrollada en espiral descendente de adentro hacia
afuera, y con un trozo de bocadillo oculto en el centro, lo que lo hace
apropiado para un postre o para acompañar con jugo o Coca-Cola en la tarde. ¡A
pagar la cuña, Coca-Cola Company Ltd.!
Ahora descubro, el viernes 4 de abril,
que es cuando retomé la digitación de estos escritos, que narré el capítulo de
esa serie con el estilo de Roberto Bolaño. ¿Qué no saben quién diablos es
Roberto Bolaño? Si no saben, pero les interesa, ¡Googleen, carajo! Escritor
chileno muerto en el año 2003, a los 50 años, que dejó publicada una enorme y
renovadora colección de cuentos y novelas, e inédita otra cantidad similar de
obras. Metódico y serio, con una impresionante cultura literaria, narra y
describe con un lenguaje sencillo y un estilo nada pretencioso los más
sorprendentes dramas, de esos que le pueden suceder a cualquier mortal; aunque
tiene unos relatos de fantasía y de ciencia ficción. Su más famosa obra
publicada: Los detectives salvajes; su mejor obra póstuma: 2666, una magistral
novela que debo leer pronto, pero que cuando tuve oportunidad de sacar de la
biblioteca CEIC, porque fue descatalogada luego, la dejé por su desmesurada
extensión: más de mil páginas. Recomienda mucho a Raymond Carver, pero él es
mejor que Raymond Carver. He leído algunas novelas de Bolaño y varios tomos de
sus cuentos, y he difundido su lectura entre mis pocos amigos lectores.
Ahora entrevista Julio a Bruce Mac Máster,
director de la ANDI, Asociación Nacional de Industriales, para conocer el
proceso de distribución de las muchas ayudas económicas y materiales que se
están recibiendo para ayudar a mucha gente pobre durante la cuarentena. Los
ricos inflan el pecho y anuncian con bombos y platillos sus grandes donaciones,
o “granitos de arena” como las llamó Luis Carlos Sarmiento Angulo cuando dio
$80.000.000.000 de su patrimonio. ¡Cuánto tendrá ese desgraciado, si lo que dio
es un granito de arena! Es cierto que el enriquecimiento que permite la libre empresa
capitalista en el mundo libre es legal y merecido, pero eso no quiere decir que
tenga que ser ilimitado, porque eso ha llevado a os peores niveles de
desigualdad en la historia. Dixit.
Dormí otro rato y desperté al escuchar
que están entrevistando a Gustavo Petro Urrego, el ex candidato presidencial de
izquierda por el que voté, y el cual perdió las elecciones con el actual
presidente Iván Duque, habiéndose conocido recientemente que hubo compra masiva
de votos en ciertas regiones y otras trampas para que gobierne la ultraderecha,
o sea el señor Álvaro Uribe Vélez, que es quien mueve los hilos en ese partido
supuestamente de centro y supuestamente democrático. Petro hizo un diagnóstico
acertado sobre la pandemia y el manejo que debe seguirse. Ya me había contado
mi hermano Carlos algo de esto. Conciso y sin populismo, resaltó las cosas
buenas que han hecho los gobiernos nacional y local, criticó las malas
decisiones y mostró cómo corregirlas, y dio un concepto del manejo clínico que
debe hacerse para combatir la pandemia del Covid-19. Al final dijo,
profetizando sin duda: “Si no aprendemos ahora el manejo clínico a nivel
mundial de este tipo de pandemias, no podremos enfrentar con éxito las
pandemias que vienen debido al cambio climático”.
Hasta aquí llegaron las notas. Lo
siguiente es esto: A las 13:00 salí por Acetaminofén de 665 mg para mi mamá.
Debo ir a Compensar de la 53 por la autorización, y luego a la Farmacia
Audifarma, en la calle 26, por el medicamento. Demoré 4 horas en estas
gestiones. Mi hermana Lucy me dio $10.000 para esta vuelta.
Lo normal es que hubiera desayunado y me
hubiera duchado hacia el mediodía. Y ahora anotaré las anécdotas del viaje a
Compensar. Empecé mal, pues cuando iba a subir a la
buseta SE6 no tenía saldo suficiente en la tarjeta, entonces fui a recargar en
la pañalera. Debía dinero, y me quedó sólo un viaje disponible. Demoró mucho
tiempo en pasar la siguiente ruta, la C36. Hay poquísima gente, y el cielo
amenaza con lluvia por lo que la tarde es desapacible. Pero debo tener
paciencia y cumplir mi objetivo, pues lo que hay es tiempo, ¡Y llevo el
paraguas! Dormí un ratico aunque el vehículo se mueve mucho porque va rápido
debido al escaso tráfico. Y de pronto se soltó el aguacero, el cual había
calmado un poco cuando llegué a la Avenida 68 con Calle 53. Y quedo pasmado
cuando veo una tremenda fila de gente. Pregunté al portero y me cuenta que es
que dejan entrar sólo de a cinco personas por turno, y que de todas maneras va
a estar abierto en horario normal hasta las 5 pm. Otra cosa sería sin lluvia,
pero ya estoy aquí y no me iré sin mi autorización. Hice pacientemente mi fila
contemplando la lluvia y el cielo gris. Pasó para Suba una buseta del viejo
sistema repleta de gente; ¿Dónde queda allí el distanciamiento social? La
mayoría van sin tapabocas en esa cocina del infierno.
Me tocó discutir con algunas personas
para que respeten las distancias, mientras más adelante unas viejas de
diferentes categorías y tamaños hablan en grupo como loras mojadas, por
supuesto que están mojadas y son unas loras despreciables. Tres tienen
tapabocas, pero dos no, e imagino el tremendo intercambio de peste a esa
distancia de 50 centímetros. Demoré allí hora y media y al final el portero se
puso a hacer respetar las distancias. Y adentro me comunica la amable señorita,
así no más, que ya está autorizado el medicamento y puedo reclamarlo en la
farmacia. O sea que pude evitar esta fila, pero es que la vez pasada tocó ir
por la autorización y además esta es una nueva tanda de entregas. Pero lo mejor
era asegurarme.
Ahora sí voy a la farmacia Audifarma,
pero, oh sorpresa, también hay una larga fila, y esta vez toca esperar en el
primer piso antes de subir por la ficha para luego aguardar el llamado a la
ventanilla. Otra vez el tema de las distancias. Aquí las personas colaboran
más, y estamos bajo techo. A propósito, esta sede es arquitectónicamente muy
acertada, amplia, con finos materiales en acabados, mucha luz natural y buena
distribución, aunque con el tiempo se va haciendo insuficiente para la
creciente demanda. Espero cerca de una hora abajo, y media arriba, otra vez
peleando con la gente, que teniendo mucho espacio se pega como manada de
conejos… ¿O de burros?
Ya oscureció aunque apenas son las 5. El
frío debe ser tenaz, pero yo tengo mi buena chaqueta, y saco de hilo grueso debajo.
A las 5:45 salí triunfante con las pastillas de Acetaminofén de 665 mg, para
que al llegar a la casa mi mamá me reciba diciendo “¿solo eso le dieron?”. Le
conté que hace días reclamé todos los otros medicamentos y éste era el único
faltante porque es el más complicado. Tuve que caminar hasta la estación de
TransMilenio para cargar el pasaje, y allí la buena suerte me acompañó. Aunque
solo hay una joven señora gordita ante la taquilla, se demora esculcando en la
cartera; de pronto se vuelve y me mira suplicante a la cara. “Señor, qué pena,
¿Podría comprarme un pasaje con su tarjeta?”. “con mucho gusto le dije, y pedí
dos pasajes. La señora me dio el dinero, le di las vueltas y la acompañé a
pasar el torniquete. Yo, que pensaba viajar en TransMilenio, decidí regresar a
la Avenida 68 y validar gratis mi transferencia. Así lo hice y me economicé un
pasaje. Una pequeña economía importante para mí. Al llegar, me cambié los
zapatos, pantalón y medias, y puse los otros a secar detrás de la nevera. Me
tomé un tinto, almorcé y me recosté a ver televisión. Fue una dura jornada. No
recuerdo más detalles, pero creo que no es poco ya que han pasado diez días.
(Terminé este relato a las 20:34 horas del 3 de abril del 2020, escuchando
buena salsa clásica comercial en W Radio, “Salsa con estilo”; para la buena
salsa no comercial toca escuchar “Caribe y Sol” en Javeriana Estéreo, más tarde,
o “Laúd en su salsa” de la Emisora Universidad Distrital).
DÍA SEIS - Miércoles
25 de Marzo del año 2020
10:18 No me he levantado aún. Preparé un
café expreso y me acosté a hojear una revista de Diseño Interior; fantástica.
Es del año 2000, pero qué avanzados y bellos diseños en muebles, decoración y
Arquitectura. Leo ante todo los pies de foto. Aprendo mucho. Se me ocurrieron
unas ideas para el diseño de muebles con tubos de cartón recuperados,
desarrollando estructuras de 3 o más tubos para base de mesas, butacos, sofás y
hasta camas. Importante adquirir herramientas de corte y perforación, y
encontrar los pernos o las cintas especiales para hacer las uniones. Ya hice
unos apuntes en mi cuaderno de diseño.
Carlos está hace media hora visitando a
mi mamá; hablando sin descanso en ese reducido espacio. Me parece irresponsable
de su parte, pero si uno le dice, se emberraca y se justifica de mil maneras.
El virus se transmite por micro gotas de saliva que flotan en el aire antes de
posarse en las superficies, y en ese cuarto el aire ya debe estar saturado. No
es que diga que él tiene el virus, sino que hay que convertir las precauciones
en rutina. Mientras menos posibilidades de circular demos al Coronavirus, más
posibilidades tendremos para combatirlo con éxito. Me va a tocar poner avisos
de prevención a la entrada de la casa.
Escucho W Radio y miro una buena revista colombiana
de Moda, Fucsia, que ya no se publica más. Cuando se fue Carlos, recogí mi cama
y comenté el asunto que me preocupa con mi hermana Lucy. También le preocupa,
pero tampoco se anima a decirle algo a Carlos. Asperjo alcohol antiséptico en
el cuarto de mi mamá y en el zaguán, las escaleras y el portón. Mi mamá tiene
un poco de tos, y en un momento de calma Marco le hace las inhalaciones con
Bromuro de Ipratropio.
400.000 infectados en el mundo. Más de
2.800’000.000 de personas confinadas. En Estados Unidos hay 35.500 afectados y
en México 367, pero esos países aún no han decretado la cuarentena. En Francia
y España se cuentan los muertos por centenares cada día a causa del virus
porque esos países no tomaron las medidas para contener la expansión a tiempo.
Me duché a las 11:20. Luego preparé un
rápido desayuno. ¡Marco aún no se ha duchado ni desayunado! Lo hace luego de
que yo termino mi proceso. Hay de todo, gracias a Dios. Hago el anuncio de que
saldré a hacer algunas compras y varios me encargan sus cosas. Hago la lista y
me preparo. Llamo a mi sobrina Jenny y me pide que cuando pase por allá le
lleve unas copias que Omar le imprimirá para una tarea de Juan Pablo. A
propósito, los profesores de él y de Juan David se han sobreactuado
exigiéndoles trabajos, incluso de nivel superior al que cursan.
Iré donde Jenny, a Villas del Madrigal,
porque allá sí tiene buen Internet y me permitirá conectarme un rato. Debo
hacer varias cosas urgentes de trabajo. Enciendo mi PC y grabo en un CD los
archivos que tengo que enviar o publicar; entre otros, estos Diarios.
Me cambié totalmente de ropa, toda recién
lavada. Me armo de paraguas (mi BMW), una bolsa nueva para las compras y la
lista de productos. Me llama Jenny y arranco. Primero paso a la droguería a la
vuelta de mi casa. No hay alcohol, no hay tapabocas, no hay gel antibacterial,
¡no hay ni mierda! Sigo para La Palma y compro queso tajado, gomitas Grizzli
para Jenny y Juan Pablo, y minutos de recarga para mi celular. Compré al salir
las Chocolatinas Jet donde el señor Rodríguez, aunque ahí son más caras, igual
que las gomitas. Compro un limón en la verdulería de don Daniel (“el líchigo”,
llamamos popularmente a ese tipo de negocios); el viejo me miró mal, tal vez
por no tener yo un tapabocas puesto, y me cobró $600 por el limón; iba a
dejarlo e irme, pero la esposa muy amable lo pesó y me dijo “Qué pena, es que
él se equivocó; vale 300”. Pagué y salí. Desde ayer me di cuenta que en la
calle la gente lo mira mal a uno si no tiene tapabocas. Lo que dijeron las
autoridades de salud fue que deben llevarlo los que están con tos o síntomas
gripales, o si no serían insuficientes los tapabocas para todo el mundo. Pero
cuando a la gente se le mete una idea equivocada en la cabeza (tal vez por las
malditas redes de WhatsApp). Seguro son personas que mantienen las apariencias
pero no guardan todas las precauciones debidas. Puercos hipócritas, fariseos;
seguro en sus casas todo está sucio y ellos se la pasan tosiendo o estornudando
sobre la palma de las manos, ya frescos porque nadie los ve. Toca seguirles la
corriente para no ser discriminado. Para salir de la casa uso unos zapatos que
me quito y dejo a la entrada al llegar; siempre cargo mi gel antibacterial de
bolsillo, y en la calle mantengo la distancia prudencial con las personas,
evitando hacer gestiones en lugares donde haya fila o gente acumulada. Me lavo
las manos cada dos horas y no uso tapabocas en la casa porque llevo muchos semanas
sin toser o estornudar. Y colaboro para que todo esté desinfectado.
Bueno, en mi itinerario pasé donde Anita
y compré el chocolate y otras gomitas. Ella es muy amable y eficiente, y me
gusta comprar allá. Pero me gusta más comprar en La Palma porque esa señora
Martha se pone toda nerviosa cuando me ve, y yo sin darle motivos. Pero es toda
bonita y yo a veces le charlo un rato. Luego llegué donde Leidy, ya me esperaba
en la puerta, pues la había llamado previamente.
A estas alturas, si me había cruzado con
20 personas es mucho, y eso que es la hora de surtirse para el almuerzo y el
resto del día. A las 4 pm, cuando regresé a mi casa, las calles estaban
completamente solitarias y cerradas las tiendas de víveres. Leidy salió y me
entregó 3 tapabocas que me obsequia. Le había encargado sólo uno. Le entregué
las chocolatinas mientras saludo a su mamá, y entonces se asomó Nicol Sofía
haciendo caritas felices. Le di $10.000 a Leidy para ayudarle en estas
circunstancias. Cuando ella está trabajando también me ayuda. Me dijo “Yors, te
amo”. Le dije gracias, y chao a todas. Me calo mi tapabocas especial, negro y
azul, y paso donde Omar. Por la ventanita del gran portón me entregan las
fotocopias para Juan Pablo. Omar me ayudó ayer con $30.000 y con eso es que he
podido proveerme. Sólo me quedaban $6.000.
Entré a Villas del Madrigal atravesando
el desolado parque lineal. Los pajaritos cantan, pero noto su canto triste,
como si extrañaran el bullicio de la gente. Me persigno ante la imagen de la
Virgen en el altar bajo los grandes árboles. Hay veladoras encendidas a sus
pies. Allá lejos un señor pasea a su perro. Yo me apresuro porque comienza a
llover suave. Llegué donde vive Jenny y subí directamente al tercer piso porque
tengo las llaves.
Feliz por ver a Pablito, que no sale de
su apartamento desde que comenzó la cuarentena en Bogotá. Hablamos de su
posible traslado a mi casa cuando termine las tareas y exámenes del primer
bimestre. Espero que Jenny venga también y cambien un poco de ambiente. Ahora
están haciendo el almuerzo. Juan Pablo me ofrece muchas cosas, pero sólo acepto
una aromática de hierbabuena. Antes de conectarme a Internet explico a Juan
Pablo una tarea de Biología sobre la pirámide alimenticia; consumidores de uno
y otro nivel, depredadores, etc. Reviso mi Facebook, publico en Mi Blog, entro
a Twitter, a mis correos; intercambié datos con Juan Carlos Mattos para
elaborarle un carnet. Me funcionó perfecto el CD como unidad flash o USB.
Ángela Cristancho me compartió algunos links interesantes; ayer hablé con ella
y me tranquilizó respecto de la situación en su casa. Otra buena amiga y socia
en varios proyectos que he ideado.
(Ahora que escribo en mi cuaderno estas
notas, suena Cat Stevens en W radio y me sorprende lo nítida que escucho la
letra de una canción que cuando estuvo de moda no entendía. “Father and Son” se
llama, y dice “It’s now time to make a chance, it’s time to find a girl”). En
Facebook no ha sucedido gran cosa después de seis días ausente. Tampoco es que
tenga interacción con mucha gente. El tema universal en redes es la pandemia de
Coronavirus y la cuarentena por prevención. Y mi Valentina ya tan grande y
autónoma, expresando sus ideas con humor y desparpajo, aprovechando su
popularidad. Cada comentario de ella tiene cientos de “likes” y muchos
comentarios. A veces contesta o pone “Me gusta” en mis comentarios, toda
tierna. Admiro a esa niña que fue mi consentida y mi inspiración para varias
historias durante dos años cuando ella tenía 5; ahora tiene 19 y es toda una
mujer, hermosa y alta, con aspecto de europea por su piel blanca, sus ojos verdes
y su cabello rubio ondulado y abundante; pero admiro ante todo su autenticidad.
Ah, bueno, algo importante: me escribió
esa amiga que es diseñadora experta de páginas web, disculpándose por no haber
contestado ni devuelto mi llamada de antier. Le explico mis circunstancias y le
pido que me llame cuando tenga tiempo para hablar de negocios. De paso me
compartió unos hermosos videos en el Messenger. Esa misma noche me llamó, a las
20:20 y hablamos durante 26 minutos. Es una linda mujer a la que quiero mucho
aunque poco nos vemos, pero compartimos varias aficiones y espero que algún día
seamos más cercanos para compartirlas. Me vibra el corazón al recordarla.
Le envié a Édgar Castro Sotelo,
Arquitecto, socio de sueños, amigo y confidente, dos etapas del proceso de
diseño de la imagen corporativa para “Mila, Cocina y Café”, pero no he obtenido
respuesta. En ese trabajo tengo una reserva económica para cuando termine la
cuarentena.
Terminé mi agua de hierbas, desinfecté el
equipo, el mesón y la silla y procedí a empacar las cosas. Jenny me dio un
pedazo de torta de maíz choclo con queso y bocadillo de la que hizo para el
almuerzo; me la comí en casita, con el mío, deliciosa. Le tocó aprender a
cocinar, como a muchos, a causa del confinamiento, aunque muchas veces pide a
domicilio, pero no hay bolsillo que aguante; así ella gane buen sueldo también
debe economizar. Saqué la basura al contenedor. Me doy cuenta que botaron todo
lo reciclable y estaban hablando de hacer la maqueta de una célula con
materiales reciclados (otra de esas tareas absurdas, como las que me hicieron
renunciar al sistema educativo tradicional y volverme autodidacta).
Escribo a las 00:40 del jueves 26 de
marzo, debido a que dormí mi siesta de dos horas en la sala, a oscuras, de la
cual me despertó la hermosa voz de mi amiga (y digito a las 22:15 del viernes 3
de Abril, escuchando Booggie Nights en W radio).
Como imaginaba, ya está cerrado el
almacén donde pensaba comprar algunas cosas de aseo. Volví al barrio por calles
desoladas, pero una señora con un niño igual a Juan Pablo pasea sin ningún
problema. Se acerca una moto policial con dos agentes y me paro a ver si la
detienen, pues los niños están en toque de queda hasta Mayo, razón por la que
Jenny no ha llevado a Juan Pablo a nuestra casa. Pero los policías pasan sin
inmutarse y la señora sigue su camino. Buen punto para mi proyecto de traer a
Juanpa. Ahora caigo en cuenta que la
policía está guardando bien la cuarentena, porque nunca he visto tan pocos como
en estos días.
Pasé a una cuadra de mi casa y compré el
jabón líquido antibacterial; el señor del almacén atiende sólo de a una persona,
con la puerta entrecerrada; tres tipos con tapabocas hacemos fila guardando las
distancias; un muchacho que a veces entra a la tienda del mono a jugar rana y
beber cerveza está de tercero, me saluda efusivamente desde lejos, sonriendo
con los ojos, y me parece raro porque allá no me saluda o me saluda secamente;
Julio es su nombre, y después de la pandemia seremos amigos, por lo visto. Fui
hasta la droguería Farmacenter y allá sí encontré una botella de alcohol
antiséptico al 70%, de buena marca, una botella por $5.800.
Ya cumplí con todo y regresé a la casa.
Me desinfecté y subí la chaqueta a la azotea para que se airee, entré a orinar –sentado,
por respeto a las mujeres que usan ese baño– porque estaba represado hace rato
(como se trata de un diario, que es donde se cuentan las cosas más íntimas, no
voy a suprimir esta parte, y porque los superhéroes también vamos al baño), me
bañé la cara y las manos, y entonces puse a calentar mi almuerzo. Como es
normal, Marco no ha almorzado. Caliento fríjoles que todavía quedan de antier,
alisto la ensalada y preparo patacones rápidamente. Serví el almuerzo y me senté
ante el computador para ir leyendo una novela de ciencia ficción de Arthur C.
Clarke, “Historias del planeta Tierra”. Más o menos. Nada como las de Stanislaw
Lem, el polaco genial del que pienso llevar al cine la obra “Congreso de
Futurología”. Leeré completa esta colección de cuentos y les iré contando. En
el PC no aguanto leer más de diez páginas por sesión; para mí, nada como un buen
libro físico. Pero la cuarentena obliga…
Muy rico el almuerzo. De sobremesa:
calentano y aguadepanela con un toque de café. Después fue que apagué el
computador, lavé la loza y me acosté bien arropado a dormir la siesta en el
sofá pequeño hasta las 20:20, hora en que me llamó mi querida amiga para hacer
mi cuarentena más feliz.
Me incorporé; van a ser las 9 de la
noche, Lucy ya subió a “sus habitaciones”, mi mamá está encerrada en su cuarto
y Marco navegando en Internet; curioso, se navega allí no sobre un mar sino en
una red, y los piratas asaltan con virus, no como el Covid-19 sino hechos de
algoritmos para robar datos. Da para una historia. No se la roben, perros
piratas. Preparé un rico café espresso en mi prensa francesa; encendí el
computador y terminé el arte final para imprimir el carnet mañana. Hice
pruebas; todo OK.
A las 22:30 hice mi cama, no como cuando
uno se levanta y la tiende sino para acostarme, porque a mí me toca hacer mi cama
todas las noches. Escucho El Cartel
Paranormal de La Mega que hoy está bueno, con el tema de leyendas. Tuvo al
comienzo un lapsus con esos diagnósticos de brujería a petición de algunos
oyentes y que no les sirven sino a esos oyentes; no le puse cuidado porque
trabajaba en el diseño aquel, pero me interesé otra vez cuando pasó a la
leyenda del Mothman, su primera aparición en Chicago y otras en toda Norteamérica
y Europa; y luego un buen especial de Iván Martínez, youtuber de misterio, de
los mejores. También llaman los oyentes y cuentan muy buenas historias, y lo
mejor es que hoy no está Daniel Tripas en la vena de poner en duda la realidad
y verdad de las vivencias que cuentan los oyentes.
Al fin me acosté y me puse a escribir estas
notas en mi cuaderno “Vive la Aventura Jet”, argollado doble o y de excelente
formato cuadrado. Es la 1:10 de la madrugada y no tengo sueño, pero trataré de
dormir. Buenas noches mundo en cuarentena.
DÍA SIETE - Jueves
26 de Marzo del año 2020
Hoy cumplí lo prometido, no salí de la
casa ni a la tienda de la cuadra siquiera; tampoco escuché noticias sobre la
pandemia, hay que descansar. Así y todo el día pasó rápido. Ante todo recuerden
que me dormí, me obligué a dormir después de la una de la madrugada; creo que
me dormí a las dos finalmente. Antes, a la 1:47 desperté en medio de un sueño
mientras escuchaba dormido El Cartel de La
Mega. Es la repetición del Cartel Normal, y están tratando de encontrar a
una chica para dedicarle una serenata. Claro que es una serenata de broma,
horrible, cantada por los locutores de la emisora, donde si la oyente no cae en
cuenta que es de La Mega, cuelga inmediatamente. Planean la llamada para que si
la chica contesta ellos le pondrán la canción que el enamorado le quiere
dedicar (creo que se llaman Carol y Mauricio). La canción es “Traicionera”
interpretada por Pastor López (“Oye traicionera: cuando yo me muera, donde yo
me encuentre rogaré por tu alma”). La serenata es de despecho. Daniel
Trespalacios anuncia que cuando ordene marcar, Juan Pablo Laguna marca, y Mira
tiene listo el tema; pero antes, en el sueño, yo me veo con ellos en el
estudio, accionando todo en el piso sobre una alfombra para mayor comodidad; pero
también estoy acostado en mi habitación y tengo el teléfono fijo al lado mío.
En mi mente escucho el número 2102030, y lo marco; suena tres veces; levantan
el auricular y yo tiemblo por el suspenso. Contesta una mujer con voz de timbre
fuerte pero melodioso: “Aló... ¿Quién habla?”. Entre el Aló y el Quién Habla
hubo un intervalo durante el que quedé mudo porque me había adelantado a los de
la emisora sin que tuvieran lista la canción. Y colgué sin responder. Entonces
Daniel dio la orden y yo supe que la chica ya no contestaría porque la primera
vez nadie le habló. Preciso, el teléfono sonó y sonó y nadie contestó. Imaginé
a la chica expectante e indecisa al otro lado de la línea. Insistieron, pero
nada. Despidieron al oyente y le desearon buena suerte con su “tusa”. Yo
desperté decepcionado porque entendí que la había embarrado. Apagué la radio y
me quedé echando cabeza: ¿Y si hubiera sido cierto? Noooo, porque el programa
es una repetición del de las 7, o sea que deberían ser las 8:47 de ayer cuando
llamaron a la muchacha. Pero mi intervención en el sueño me dejó intrigado. ¿Y
si llamo a ese número y me contesta la misma voz? No lo hice. No lo haré, por
físico miedo. Y eso que no es el Cartel Paranormal.
Al fin pude dormir y desperté casi a las
9. Demoré en levantarme. Hoy no tomé tinto expreso en la mañana, y creo que me
hizo falta. Tomé té, pero no es igual de bueno para mí. Costumbres son
costumbres, y por algo llevo 42 años con ese hábito. Seguí haciendo pereza en
la cama hasta que sonó el timbre y era la terapista física para mi mamá. Yo le
abrí el portón y subí a bañarme. De acuerdo con Lucy le pedimos que mientras
dure la cuarentena es mejor que no venga a atender a mi mamá. Ella, la
terapista, está en constante circulación por la calle y en contacto con pacientes
de diversa condición. Anda por la ciudad en su bicicleta y eso es bueno, pero
hoy venía tosiendo y eso reforzó nuestra decisión, a pesar de que usaba
tapabocas y se desinfectó al llegar.
Me duché, me cambié de camiseta y me puse
a preparar un desayuno rápido: dos panes con queso, horneados, y huevo frito
que metí de a medio en cada pan; resultado: un sensacional sándwich de pan con
huevo y queso en par patadas; más una taza de chocolate en agua, oscurito, y
listo. Desayunado el indio, como diría mi mamá.
Como yo tenía antojo de sancocho desde el
sábado pasado, Lucy anunció que hoy lo haría. Colaboré con $7.000 para poder
compartirlo tranquilo, porque ahora tenemos ollas separadas. Mi hermana hizo
uno de los mejores sancochos de la historia, espesito, con los ingredientes en
perfecto balance, hasta con mazorca, bueno de sal y sin saturación del sabor a
costilla de res que no pudo abstenerse de echarle, poquita por suerte. “¡Esa
maña de echarle animales a la sopa!”, expresé un día en Cajicá cuando iba a servir
un plato de sopa y lo primero que salió en el cucharón fue un ala de gallina.
Allá poco a poco han dejado la costumbre, y ya me he tomado unas deliciosas
sopas que alabo ruidosamente antes de que me cuenten que no tiene un tris de
animal. Por esa maldita maña es que estamos como estamos: por allá en Wuhan se
hicieron una suculenta sopa de murciélago, que podría ser de gato, de conejo o
pollo, y ahí nació el virus que está matando al mundo. Pandemias han venido de
los cerdos, las vacas, las ovejas y los pollos; o sea que no vayan a agarrarla
contra los pobres chinos y los pobres murciélagos los fariseos de la culinaria.
¡Viva el vegetarianismo! A evolucionar, humanos.
Almorzamos en el comedor, como buenos
hermanos pero guardando las distancias reglamentarias, Marco, Lucy y yo. Mi
mamá comió en su habitación. Yo no pude más que con plato y medio.
Después le marqué al Arquitecto Édgar
Castro, pero no contestó ni devolvió la llamada (y esta es la hora que nada).
Espero que ya haya visto los archivos de avance al diseño de imagen corporativa
de “Mila, Cocina y Café”. Leí sobre Alquimia en el computador, y revisé los
libros disponibles en la carpeta de Libros Completos. Tengo buenas existencias
en mi Biblioteca, herencia de unos archivos que le guardé a Nicoll Rubiano
Briceño cuando aún estudiaba en bachillerato, y que he ido aumentando con
adquisiciones propias. En libros físicos tengo una buena colección, y en
revistas, ni hablar: miles de revistas de buena factura sobre Moda, Arte,
Arquitectura, Diseño, Ciencia y Misterios. De las revistas de Diseño, Arte y Arquitectura aprendo mucho, y de las de
Moda saldrá una gran serie de obras de arte en gran formato con dibujos,
pinturas y collages que traduzcan mi visión de la armonía estética allí encontrada.
Hacia las 5 de la tarde me dio sueño,
pero no voy a dormir porque si lo hago podría desvelarme esta noche. Subí
entonces a la azotea porque hay un hermoso atardecer. Mientras tanto Marco
limpia los muebles del comedor, cuyo tapizado en una tela gamuzada azul oscuro
coge fácilmente la mugre (concesión al corrector de Word, “la” por “el”). Me
senté al filo de la barda mirando al norte y disfruté 5 minutos de la paz del
ambiente, del silencio adornado por el canto de algunos pájaros y el vuelo
ondulante y rumoroso de las palomas que anidan en los tejados. Las nubes están
muy quietas y multiformes, comenzando a teñirse con el sol dorado del sol
poniente. Pero bajé pronto porque tengo el agua de panela puesta en la estufa.
Los vecinos ya habían comenzado a husmear como hienas preguntándose qué hará
ese loco contemplando el cielo. Me preparé un delicioso tetero, o sea agua de
panela con leche, y lo acompañé con mogolla integral, charlando con mi mamá.
Descripción de mogolla integral: es un pan redondo y convexo de masa carmelita
densa y ligeramente dulce, con diversos cereales en su composición y con
salvado de trigo espolvoreado en su superficie. Esta parte me hace recordar mi
proyecto de un libro de poemas –ya tengo algunos– llamado “Tortinas”, en donde
cada poema es una sencilla receta de cocina. Es que la gastronomía tiene mucha
poesía. Que lo diga mi sobrino Santiago, gran Chef y lector de buenos libros.
Después rehíce el arte final para
imprimir el carnet del empleado de Juan Carlos Mattos Negrete, porque el
archivo se había dañado. Por suerte había hecho pruebas de impresión y de allí
escaneé el diseño.
(Escribo en el cuaderno Jet el 27 de Marzo a las 14:24; digito
en el PC De Lux el 4 de Abril a las
23:08, escuchando música salsa de esa no comercial, en Laúd Estéreo).
Terminé a las 7 pm. Después Marco me
prestó la laminadora, la cizalla y la bordeadora; aparatos que están
almacenados hasta que reinicie su negocio de carnets, en una buena oficina y
con una buena piernona como secretaria. Imprimí cuatro carnets sobre Teslin y
salieron muy bien. Marco me hizo el favor de laminarlos, pues “la experiencia
no se improvisa”, y si yo me pongo a laminarlos puedo dañarlos. Tan pronto
estuvieron listos llamé a Juan Carlos para avisarle, pero le dije que en vista
de las circunstancias el trabajo no valía $20.000 sino $30.000. Le expliqué las
dificultades de hacer esto sin los recursos adecuados y en condiciones de
confinamiento, pero se enojó un poco. Esta es la hora que no ha pasado a
recogerlos. Hice dos. Uno lo metí en funda de vinilo y al otro le conseguí un
porta carnet translúcido con gancho portante. Yo siempre hago un trabajo muy
profesional que pocos saben reconocer; razón por la cual he dejado el trabajo
de Publicidad poco a poco.
Ya sintonicé El Cartel Paranormal de La Mega, cuyo tema hoy son las pesadillas;
de dónde vienen y qué pueden significar. En general casi nadie sabe y todos
creen tener la razón. Los científicos son los peores escépticos porque a todo
le dan una explicación sesgada. Consta en la historia que hay sueños
proféticos, pesadillas que previenen sobre un peligro, sueños que liberan o
sanan un estado mental, otros que traducen el estado psicológico del soñador. Y
aunque nadie puede decir que todos los sueños tienen una única explicación,
tampoco puede decir que no tienen ninguna.
Finalmente no pasó Mattos por los
carnets. Alisté mi cama. No encendí ni un minuto el televisor. Hacia las diez
puse música y me acomodé a leer unas fotocopias del libro “Ogilvy en
Publicidad”, de David Ogilvy, una autoridad en el tema porque es uno de los
mejores creativos de la historia de la Publicidad; fundador de la agencia
Ogilvy & Mather, muy influyente a nivel mundial; que inventó las mejores
formas de anunciar y vender un producto o servicio.
Bajé a asegurar el portón. Revisé
ventanas, apagué luces y me acosté a escuchar El Cartel. Estuvo interesante. Siempre las historias de los oyentes
que llaman son las que salvan el programa cuando está cayendo en la monotonía
del negacionismo de sus periodistas, porque para ellos lo paranormal no es real
y la única realidad es cartesiana y puramente materialista. Cada uno sabe lo
que vio, vivió o padeció y nadie puede burlarse de eso ni negarlo porque sí.
A las 23:30 apagué la luz y acomodé mis
almohadas para contrarrestar el dolor de espalda que me acompañó todo el día
con variada intensidad, y que mostró su poder incapacitante cuando iba a
bordear los carnets y me tocó hacerlo en el piso porque la fuerza que debe uno
hacer para accionar el troquel me hizo doler increíblemente la espalda. Lo hice
finalmente, pero quedé adolorido y agotado, pensando cómo hacer para combatir
estos dolores sin utilizar medicamentos paliativos. Como a veces no se presenta
el dolor, es señal de que puede solucionarse; tal vez cambiando de colchoneta y
almohada para dormir, o tal vez haciendo ejercicio adecuado, o mejorando la
posición al sentarme todo el día al computador, etc. Listo, logré dormir y
descansar bien.
DÍA OCHO - Viernes
27 de Marzo del año 2020
No hay registros, ni recuerdos ya de este
día. Se perdió irremediablemente. Seguro nada importante pasó. Ah, sí. A las
14:24 estaba escribiendo las notas del día anterior. Ver registro. Si algo
aparece en los polvorientos rincones de mi memoria, lo agregaré a continuación.
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