EL SUEÑO DE LA TRENZA DE ORO - Para Mi Libro de Sueños

EL SUEÑO DE LA TRENZA DE ORO

 Cuando llego a la Papelería, preocupado porque mi hermano Omar me llamó para pedirme que me apresurara a solucionar un problema, encuentro que la fotocopiadora no está trabajando; como debemos entregar un trabajo urgente, pregunto por la causa y mi hermano me dice que precisamente allí está el problema. Nos acercamos a la máquina para examinarla. Omar levanta la tapa y me muestra la causa del problema: a través del vidrio de la pantalla se ve una trenza dorada anudada con un lacito rojo; parece ser la trenza de una niña de siete u ocho años. La trenza se ha atascado en el mecanismo de la fotocopiadora y no lo deja avanzar; tampoco se han atrevido a desarmarla porque no se explican cómo llegó la trenza allí. Como yo soy bueno para “cacharrear”, esperan que me encargue del caso. Estoy de acuerdo y nos ponemos a dilucidar cómo pudo entrar la trenza allí; hay consejo familiar, pues todos trabajamos en la Papelería, nuestro negocio familiar. La teoría más plausible es que alguien trató de sacarle una fotocopia a la niña, poniendo su cabeza sobre el vidrio, como en cierta película, y la trenza se atascó en los rodillos obligándole a recortarla. La otra teoría es que la niña completa está atorada en la máquina y sólo sobresale su trenza. Buscamos fotocopias de prueba que demuestren la primera teoría y no hallamos nada; tampoco hay señales de forcejeo o de alteración de la máquina. Si la segunda teoría es cierta ¿Por qué no hay señales de cómo entró allí la dueña de la trenza? Decido abrir la máquina convencido de que la primera teoría es cierta, con la variante de que creo que la trenza se cayó de una fotografía original antigua ya que el lazo que cierra la trenza rubia es de terciopelo muy fino y su aspecto es de hace dos siglos. Encuentro la forma de abrir la fotocopiadora y ante el suspenso de todos los que esperaban ver aparecer una cabecita sangrante o un cuerpo magullado, levanto la trenza de oro cortada limpiamente, reluciente ante las vivas luces del local y exhalando un delicado perfume. La máquina vuelve a funcionar, no hay ni un cabello enredado en el mecanismo, y mi hermana Lucy se encargará de terminar el trabajo para entregarlo a primera hora, así tenga que trasnochar. Todos respiran aliviados y agradecen mi intervención. Yo reclamo para mí la trenza de oro, intrigado por su existencia e inquieto ante su irresistible encanto, y decidido a encontrar a su dueña, así me toque viajar al pasado. El corazón me late cuando pienso que se puede tratar del cabello que cortaron una vez a una niña que yo adoraba, o un recuerdo que me haya dejado su hija, a la cual alejaron de mí para siempre a pesar de que nos queríamos.

A la mañana siguiente, después de haber soñado con la dueña de la trenza que reposaba a mi lado en la almohada, emprendo la búsqueda. En el sueño siempre veo a la niña de espaldas: es delgada y pequeña y, a pesar de que no veo su rostro, sé que está sonriente porque lo que ha hecho es ponerme un reto. Quiere que yo vaya a su encuentro y le demuestre que sí la quiero.

Comienzo por visitar a todos los amigos que conozco y que tienen niñas en su familia, luego busco a los clientes que han hecho trabajos en la fotocopiadora, la cual alquilamos para trabajos muy largos, pero sin moverla de su sitio. Explico a todos el motivo de mi búsqueda pero no muestro la trenza. Lo primero que hago es pedir verlas de espaldas como en el sueño, luego, para estar seguro de que no es ella, las miro frente a frente. Desfilan ante mí rostros de niñas dulces, amargadas, bellas, feas, divertidas, tímidas, candorosas, pero todas tienen sus cabellos completos, o de otros colores y tonos diversos. Finalmente sé que en la ciudad no está y decido viajar a otras partes del país. Lo curioso es que lo hago sobre el ala de un avión, con casco, chamarra, bufanda y gafas protectoras. Desperté cuando estaba volando entre las nubes, en un día soleado, hacia destinos desconocidos.


 
 
 
 

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