DIARIO DE LA CUARENTENA / Octava (y media) parte

DIARIO DE LA CUARENTENA / Octava (y media) parte

DÍA VEINTIOCHO – Jueves 16 de Abril del año 2020

Anoche fue cuando más temprano me acosté en esta cuarentena; a las 10:30, o sea las 22:30. Tomé antes un café con leche y dos mogollas integrales un poco secas (porque no son integrales. Las hacen con harina corriente a la que agregan colorante y le mezclan levadura, adornándolas finalmente con salvado de trigo). Pero como “a buen hambre no hay pan duro”, di buena cuenta de las tinturadas mogollas.

Apagué la luz y me puse a escuchar las historias de los oyentes en El Cartel Paranormal de La Mega. Increíbles historias, pero yo las creo. Hoy lo gracioso fue escuchar al escéptico Daniel Trespalacios tratando de convencer a una señora de que lo que le sucede es realmente paranormal, y la señora, más escéptica aún, decía que tal vez fue pura imaginación. “Pero cuando las cosas cambian de lugar y usted está encerrada en su casa, sola, y amanecen las cosas cambiadas sin que usted intervenga, entonces sí es anormal, es extraño; hay una intervención paranormal”, le dice Trespalacios. Al fin la señora creyó y complementó con que ha visto la silueta del hijo muerto por suicidio. La señora aceptó la participación del vidente Xavier Piñeros, quien tiene el don de comunicarse con los muertos. Él siempre advierte que de no lograrse la comunicación es porque el espíritu ya trascendió a otro plano, también que no es una entrevista y que no siempre la persona interesada puede escuchar lo que espera escuchar. Se logró el contacto con el espíritu del muchacho muerto; y lo que transmitió Xavier fue cierto y preciso según lo corroboró la compungida madre. Por ejemplo: el carácter del joven, sus repetidos intentos de suicidio, el abuso sufrido a los 8 años por parte de su padre, la salida a cine que se convirtió en el paseo más feliz del difunto con la familia, y que la señora aclaró que originalmente era a cine pero los planes cambiaron a última hora y salieron a mirar luces de Navidad en la Carrera Séptima, y el sorprendente dato de que estaba “allá” con un hermano mayor, ¡que resultó ser un bebé abortado por la señora, de cuya existencia nadie sabía! Fue absolutamente escalofriante, y creo en la autenticidad de los testimonios porque si esto fuera “libreteado” los actores serían dignos del premio Óscar, por lo menos. Los consejos que dieron a la señora para el manejo posterior de su trauma, la dejaron tranquila y parece que va a sobrellevar bien el resto de su vida, cosa que no pudieron hacer los médicos con sus métodos de choque y sus drogas psicotrópicas. Incluso la sesión pudo haber servido para que los hijos malogrados traspasen la barrera de culpa que los mantenía estancados en el limbo.

Los médicos psiquiatras creen que en la vida sólo puede existir lo que ellos creen y lo que ellos conocen y pueden sistematizar. No son capaces de dejar esos casos inexplicables en manos de especialistas de otro nivel. No pueden aceptar que existe el mundo del espíritu, lo inmaterial, aunque éste lleva existiendo una eternidad y la ciencia y medicina que practican tiene pocos siglos de desarrollo. Me dormí escuchando otros casos e historias, y desperté a las 00:12; apagué el radio y seguí durmiendo.

Desperté también a las 00:58, a las 01:56, a las 03:20 y a las 05:40. Pero despertaba sólo para mirar la hora y acomodarme porque estaba teniendo sueños interesantes. Yo creo que lo que me desvelaba un poco eran las preocupaciones, o que me haya acostado tan temprano, o la comunicación con el muchacho muerto.

07:30. Finalmente desperté ya descansado aunque con el cuello y la espalda tiesos. Hice un reacomodo de almohadas y listo. Me paré a preparar un tinto cerrero o expreso. Marco se revolcó en su cama. Fui al baño de arriba para no hacerle más ruido. Ronca suavemente pero tiene el TV encendido. Debió quedarse dormido por el cansancio y el televisor se le desprogramó. Fue que ayer trabajó duro en la cocina, preparando el desayuno y un almuerzo especial para mi mamá; y la atendió en todo mientras yo hacía las gestiones en Compensar.

(Exactamente un mes después recomienzo la digitación de este Diario. Difícil creer que haya pasado tanto tiempo, pero la situación ha sido muy compleja. Por suerte tengo escrito a mano casi todo lo sucedido en los últimos 30 días. Espero que el interés persista.)

8:15. Escribiendo en el cuaderno y escuchando W Radio mientras tomo el tinto. Entrevistan a Cinthya Vithier, alcaldesa de Guayaquil, la ciudad del mundo que fue tomada por sorpresa por el Coronavirus y entró en pánico, quedando en evidencia ante el mundo la falta de preparación de sus autoridades ante una pandemia anunciada. Dice que ya superaron la parte más grave. Ella misma, su familia, y muchos funcionarios de su región padecieron el Covid-19. En Guayaquil los cadáveres se pudrían en las calles, porque morían en las viviendas y no se hacían presentes las autoridades sanitarias o forenses. Y las dantescas imágenes le dieron la vuelta al planeta, aterrándonos ante nuestra gran vulnerabilidad.

Soñé con Leidy. Yo estaba con su familia charlando y ella llegó para anunciar que se va a bailar con sus amigos. Yo le digo “¿Y la niña?”. “Ella está jugando con los primitos, pero está bien”. “¿Y la comida?”, pregunto. “Mi mamá ya le dio”, me responde. Ella sube a arreglarse y todos sacuden la cabeza lamentándose. Llega la niña y la vemos sucia y despeinada. Da lástima. Le digo que su mamá está arriba, pero que siga jugando porque ahora la llaman para almorzar. Y la niña se va. Sale Leidy toda pintiparada y le decimos que no se vaya, que atienda a la niña. Ella se va, enojada con todos. Cualquier parecido con la realidad… Bueno, esta situación tal vez algún día sucedió, pero ya Leidy se ha apersonado y está pendiente del bienestar y crecimiento de la niña. Nicol Sofía ya tiene 6 años, y Leidy apenas tiene 21. Madre soltera a los 15 años, se perdió de vivir su adolescencia, y una juventud normal y dichosa, por andar enamorada detrás de un muchacho irresponsable que no la quiso jamás, que la maltrató, la humilló y no ha visto jamás por la niña, pero la terquedad de Leidy es proverbial y no valen consejos.

Soñé que vagaba por las calles tarde en la noche. Tomé la carrera 96 hacia la calle 80, por el centro de la clausurada obra de la avenida Cundinamarca. En el sueño no está cercada. Cuando quise cambiarme a la acera lo hice caminando entre unos deliciosos pastizales blancos. Salí al andén, el cual está a oscuras, y caminaba tranquilamente cuando sentí un golpe blando pero fuerte en la espalda (a esa hora debí tener un espasmo). Un tipo “desechable” pasó a mi lado burlándose y recogió el objeto con el que me había impactado, una esponja de alambre grande y aplastada, como la viruta metálica con que uno despercude los pisos de madera. Entonces me pongo a perseguir al tipo a toda carrera para cascarle. El tipo se pasa al hueco de la futura carretera y coge una piedra. Aquí ya puedo ver bien su cara; debe tener mi misma edad, aunque como está sucio, harapiento y canoso se ve más viejo. Tiene hasta buena facha. Entonces yo tomo una piedra más grande y estoy dispuesto a masacrarlo. Le pregunto por qué me atacó, y dice: “¡Porque se me dio la gana!”. Y amplía sus motivos: “Usted se cree muy señorito y muy especial, y no me cayó bien por eso”. Hablamos danzando en círculo, cada uno con su piedra. Si él lanza primero, queda desarmado y yo me le iré encima y le partiré la cabeza. La ira me consume. De pronto me doy cuenta de lo ridículo de la situación. Algunas personas que pasaban por allí, a pesar de la hora, se detuvieron a ver el desenlace. Le digo al tipo: “Y a la larga por qué nos peleamos si nunca nos hemos visto” “¿Por qué vamos a ser enemigos si ni siquiera nos conocemos?” El tipo dice: “Tiene razón, entonces qué hacemos”. “Soltemos las piedras y continuamos nuestros caminos”, le propongo. Él dice “usted primero”, pero yo desconfío. Le digo “choquemos las piedras y las soltamos”. “De acuerdo”, dice, y ambos afirmamos. Nos acercamos. Chocamos suavemente a la altura del hombro piedra con piedra, y luego chocamos los puños izquierdos formando una X. Después arrojamos a un lado nuestras piedras y nos despedimos diciendo. “Bueno, ahora sí somos amigos, por ahí nos vemos. Suerte”. Y la gente aplaude el gesto y se va comentando lo ocurrido. Yo enrumbo hacia mi casa con el corazón palpitante. Fin del aleccionador sueño.

Antioquia: 301 contagiados, incluido un niño de 5 años en Medellín. Alemania y Dinamarca levantarán la cuarentena a principios de mayo, aplicando el distanciamiento social. En Colombia se piensa entrar en “Cuarentena Inteligente y Controlada” coordinada por la división de la OMS para Latinoamérica.

9:21. Decido Levantarme…

(Esta crónica continuará muy pronto. Lo prometo.)

Han pasado dos meses y medio más; son las 17:43 del 30 de Julio y, al ritmo del piano de Jazz de Sin Fronteras, almuerzo en mi nuevo horario habitual -“¡Precioso Horario!” dirían en La Luciérnaga- con torta de verduras, arroz y papas fritas bien crujientes. Y decido por fin proceder a digitar la continuación de este Diario de la Cuarentena, que ya va por su día 132, debido a que desde mañana nos sumiremos en un nuevo confinamiento estricto en este sector de Bogotá, pues estamos en el “pico” máximo de la pandemia y es cuando más debemos cuidarnos. Retomo:

 

CONTINUACIÓN

DIARIO DE LA CUARENTENA / Octava parte 

DÍA VEINTIOCHO – Jueves 16 de Abril del año 2020

9:21. Decido Levantarme…

11:41. ¡Llegaron Lucy y Juan Pablo!

12:52. Vuelvo a sentarme al computador, ya cambiado de ropa y recuperado de la espalda. Sintonizo la emisora de la Universidad Javeriana. Escucho una bella sonata para violín y piano (Beethoven, Opus 30 No. 1. Al piano, Vladimir Ashkenazy; en el violín, Itzhak Perlman).

13:33. Acabo de colgar el teléfono. Una llamada de 36 minutos con Édgar Augusto Castro Sotelo, el resucitado. Básicamente hablamos de mi Diario. Me contó que Madonna también está escribiendo uno (y quién sabe cuánta gente más) ¡A ver quién escribe el mejor!

Sincronicidad: desde hace un mes no hablaba con Édgar Castro; y me acaba de llamar hoy 29 de Julio, cuando retomo la digitación de los Diarios; y lo llamo esta vez "el renacido", porque sufrió una crisis gastrointestinal que al parecer tuvo que ver con un antojo gastronómico callejero, y de la cual ya está recuperado. Yo no sabía aún que la continuación de las 13:33 era con esa llamada, y me asombré con la coincidencia; más porque le dije que iba a pedir colaboraciones voluntarias en el blog, con mi número de cédula porque no lo tengo monetizado. Es que el panorama económico está incierto para el mes de agosto; tal vez sería mejor decir que está totalmente oscuro, nublado y tormentoso. Dice que me colaborará y este es el primer resultado de mi resolución.

RECONTINUACIÓN: Perdónenme tantas disquisiciones, por favor.

13:33. Acabo de colgar el teléfono. Una llamada de 36 minutos con Édgar Augusto Castro Sotelo, el resucitado. Básicamente hablamos de mi Diario. Me contó que Madonna también está escribiendo uno. “¡A ver quién gana!” dije, pero el objetivo no es ganar en el sentido de a quién leen más en Internet -es obvio que a ella- sino a quién le produce mejor resultado la reflexión bajo la condición de confinamiento.

36 minutos interesantes, porque escuchar la lectura de mis diarios, ya desde Internet, me emocionó mucho, sobre todo porque noté que están bien escritos y son amenos. Me leyó el comienzo y varios apartes sueltos. Me gustaron, modestia aparte. Édgar me felicitó y yo le agradecí su genuino interés y su favorable concepto. Tuvo que colgar porque lo llamaron a almorzar. Está en casita, “atendido por su propietaria”, doña Myriam Sotelo Espitia, mi apreciada comadre.

De obsequio le relaté a Édgar un sueño que tuve hace como dos semanas: él y su novia A (o su ex, o su amigovia, no sé) se reúnen conmigo aquí en mi casa para que yo quede como testigo del compromiso que harán de irse a pasar juntos la cuarentena a una casa en Santa Marta. En el sueño la cuarentena está anunciada para una semana después. Luego de esa prueba definirán si se van a vivir juntos para siempre. Yo les digo que no veo aquí la necesidad de mi intervención, pero Édgar me la aclara: “es que A no cree que yo la quiera tanto como ella espera”. Entonces hablo con A –a quien nunca he visto personalmente– y le digo que en ese caso puede ir tranquila, que tome esta cuarentena como una luna de miel anticipada, la luna de miel más larga de la historia, y se decida de una vez por el muchacho porque me consta que él la ama de corazón. Fin.

 INTERRUPTUS. Dejo hasta aquí la actualización por hoy porque me parece demasiado importante la coincidencia. En unos momentos me encontraré con mi amigo recuperado y le contaré tales maromas del destino. Algo pasará muy pronto con su amada A, y espero estar ahí para celebrarlo… si es en el sentido del sueño, por supuesto. Y les contaré.

¡Buena suerte laboratorios farmacéuticos que se volverán merecida y asquerosamente ricos cuando hallen la Vacuna contra el Covid-19!

Jorge Enrique Zambrano Gaviria / C.C. 19.472.297 / Celular 310 224 8478  jorgezambranogaviria@gmail.com

¡Gracias… eternas!


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