DIARIO DE LA CUARENTENA - Primera parte


DÍA UNO - Viernes 20 de Marzo del año 2020

“¡Acaban de cerrar Nueva York!” Anuncia el periodista Julio Sánchez Cristo en W Radio Colombia. De fondo suena la música del nuevo álbum de J Balvin, Colores. Tal vez sea un poco incongruente, pero entrevistan al músico y logro ver que en su propuesta musical hay mucha seriedad artística y un concepto simbólico de alcance filosófico. Que no vaya a ser como el arte conceptual, que elucubra una descripción enrevesada y pseudofilosófica para obras que no son más que un montón de basura. Suerte para nuestro músico paisa. Bueno, pero lo que iba a comentar es que me estremecí al escuchar ese titular porque se verifica cada vez más que la cosa va en serio. La alerta mundial por la pandemia de Coronavirus, el Sars V-2 ó Covid-19, está obligando a los gobiernos a tomar decisiones extremas para contener la expansión de la epidemia, la cual tiene una gran capacidad de contagio y una tasa de mortalidad alta en pacientes de edad avanzada o con enfermedades crónicas preexistentes, y, lo más grave, como su período de incubación es de 14 días, cuando se diagnostica la infección el afectado ya pudo haber transmitido el virus a muchas de las personas con quienes ha tenido contacto. Por eso la mejor prevención es el distanciamiento social y el aislamiento en casa.

Estoy sentado a la cabecera de mi cama. Son las 11 de la mañana y, aunque no me he duchado, ya desayuné y serví el desayuno a mi hermano Marco, con quien compartimos ollas, a pesar de que vivimos en la casa con mi mamá, de 93 años y buen estado de salud, y mi hermana Lucy, ya pensionada, quien debido a las circunstancias ha podido descansar un poco de tanto corre-corre. También lavé la loza y limpié la estufa. Ahora me acomodo, enciendo la radio y me dispongo a escribir. Todo esto no es pereza ni dejación, aunque confieso que mi modo de vivir dista mucho del de la mayoría, y mis rutinas son atípicas y sin horario. Lo que sucede es que la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, se ha adelantado al inepto gobierno nacional y ha decretado 4 días de confinamiento obligatorio en la ciudad, un simulacro en preparación de lo que se nos viene encima por la pandemia, y ha acertado; no sólo obtuvo la colaboración ciudadana sino que muchas ciudades siguieron su ejemplo; y ahora el manipulado presidente Iván Duque salió a regañarla y a decir que las autoridades locales y regionales no pueden tomar ese tipo de decisiones que corresponden al gobierno nacional. ¿Cuál gobierno? Desgobierno contradictorio lleno de indecisiones. Bravo por la alcaldesa, ella sí tiene los pantalones bien puestos. (Yo no voté por ella, sino por Hollman Morris, un izquierdoso mesurado que posiblemente hubiera actuado de la misma forma).

4 días debemos pasarnos encerrados en nuestras casas. 4 días de cero visitas, cero socialización, cero cervezas en el bar, cero deportes al aire libre. ¿Qué haré? No voy a conectarme a Internet por razones puramente personales, aunque está listo  el cable para conectar el servicio que adquirieron mis hermanos Omar y Marco. La televisión me satura después de dos horas, la radio me permite hacer otras cosas mientras la escucho, pero no siempre hay ganas de leer, aunque mi biblioteca es extensa y tiene buenos libros. Tengo la limitante de espacio, pues me gustaría dedicarme a producir obras de arte, porque mi habitación tiene 2x2,50 metros y aquí está arrumado todo lo que tengo, incluida mi mesa con el computador.

Sin embargo considero  más a las personas que no recurren a la variedad de opciones que yo tengo para entretenerme: Leer, escribir, dibujar, hacer origami y diseñar cosas innovadoras, aparte de ver TV, escuchar la radio, cocinar y hacer oficio cada vez que es necesario.

Hace tiempos bajé unos planos para hacer origami de animales en peligro de extinción, publicados por la WWF, y planeo hacer al menos dos por día. Pero también tengo un buen libro de origami clásico que me regaló mi cuñada Aída Raquel Forero, la esposa de Omar, y decenas de fotocopias sacadas de libros especializados. Por lo visto me faltará tiempo para hacer todo lo que está represado en la carpeta de asuntos pendientes. Y eso que anoche estaba un poco aterrado ante la perspectiva de cuatro días de enclaustramiento, sin claustrofobia, eso sí, pero también sin un claustro más espacioso. Ahora estoy ansioso por comenzar a realizar lo proyectado.

Son las cinco de la tarde. Ya van 145 casos de Coronavirus en Colombia, casi 40 en Bogotá, pero lo terrible es que hoy Italia reportó la muerte de 615 infectados. No podemos llegar a esas cifras, la alternativa es confinarse o morir.

Anoche vi una película de ciencia ficción de esas que describen la sociedad humana después de una guerra que casi la extermina. Se llama “Divergente”. Es sencillamente perfecta la película en su propuesta y en su realización, y la disfruté grandemente. Nada de sobreactuaciones ni cabos sueltos en su argumento, nada de espectacularidad gratuita ni de música efectista. Diálogos precisos, dramaturgia controlada, trama creíble y esperanzadora que me puso a pensar en cómo será el mundo después de esta crisis. Espero que mejor, con una humanidad más responsable.

DÍA DOS - Sábado 21 de Marzo del año 2020

“Cuarentena nacional por 19 días”, es el titular de primera página del diario El Tiempo, el cual bajé a recoger a la puerta de la casa esta mañana. El texto está sobre una enorme foto del centro de Bogotá, tomada ayer por la tarde en la carrera Séptima con calle 13, y que muestra un desolado paisaje urbano, digno de película de ciencia ficción; lugar habitualmente atestado de gente y ruido, lleno de vida y entusiasmo, que fue donde comencé mi vida laboral a los 13 años, vendiendo en la calle tarjetas de la suerte en navidad y año nuevo, y donde trabajé al comienzo de los años 80 en tres almacenes que ya no existen, pero cuyas fachadas se ven en la foto, haciéndome sentir una nostalgia agradecida por la época tan bonita que allí pasé.

Son las 10 de la mañana. Tampoco las noticias son buenas en la radio: hay 11 nuevos casos de infectados por Coronavirus en Colombia, para un total de 156 afectados. Debe haber virus incubándose en mucha más gente y, si no se restringe la movilidad de los ciudadanos, la pandemia nos puede arrasar.

Mi primera preocupación fueron Jenny  y Juan Pablo, mi sobrina y su hijo de 10 años, encerrados allá en su apartamento en Villas del Madrigal, cómodo y bonito, con buena vista al occidente, pero en el que pueden aburrirse mucho, aunque tienen buenos televisores, Internet, Netflix y consola de Xbox, pero a veces eso no es suficiente, hace falta salir a la calle, compartir con otras personas, socializar. Los llamé al teléfono fijo y les propuse un plan en el que puedan hacer un desplazamiento diario para quedarse allá un día y acá otro, tomando todas las precauciones pero sobrepasando la cuarentena sin desesperarse.

Ahora son pasadas las 11. Escucho en W Radio al DJ Julio Sánchez Cristo pasando una play list de canciones con nombres de ciudades, (“Y mi nostalgia de ciudades, aguda por la primavera”, como escribió el poeta Juan Ramón Jiménez hace casi un siglo en su obra Platero y Yo, me hizo emocionar hasta las lágrimas). Es que soy un transeúnte urbano, un urbícola puro, y conozco mi ciudad como se deben conocer las ciudades: caminándolas. Y por ese conocimiento íntimo de sus calles desconocidas, secundarias, terciarias, de sus parques ocultos en los barrios, de sus recovecos sorprendentes en los que uno encuentra agradables sorpresas arquitectónicas, sociales y culturales, declaro que mi ciudad es más bella de lo que parece, como una mujer a la que uno recorre parsimoniosamente luego de enamorarse, y cuando ya se ha traspasado la puerta del beso.

Voy a pasar 23 días sin salir a dar esas largas caminatas de disfrute descubrimiento de mi ciudad, y prometo que, cuando haya pasado el peligro, me dedicaré a recorrerla, cámara en mano, para dejar constancia y mostrar al mundo sus bellezas ocultas. Por ahora me ha nacido una idea que ya estuve probando a raíz de mi nuevo trabajo como agente inmobiliario: recorrer las ciudades por medio de Street View. Ya lo hice brevemente con París, luego de recorrer varias zonas de Bogotá y sus alrededores, buscando imágenes de predios en venta, y la experiencia fue deliciosa, siempre manteniendo la política de recorrer los sitios que no pueden visitar los turistas del montón, esos a quienes las agencias de viajes meten en circuitos turísticos idénticos, predecibles, con tarifas todo incluido a toda velocidad, sin disfrutar calmadamente y sin conocer realmente, solamente para dejar constancia en las redes sociales de que se estuvo allí.

Ayer me ocupé toda la tarde imprimiendo y refilando unos formatos para Óptima Visión, de la Dra. Pilar Cristancho. Hice 230 ejemplares, impresos por ambas caras con espacios para control de citas y control de pagos. Esto me representa una reserva económica, pequeña pero significativa, para después de la cuarentena. Escuché mientras tanto UN Radio y Emisora Javeriana; dos programas: “Recorridos por las músicas colombianas” y “Sin Fronteras”, el primero con música de las costas colombianas y el segundo con música del mundo. Hermosas y poco escuchadas canciones que sólo la radio universitaria se atreve a pasar ya que están fuera de las corrientes comerciales de las grandes radiodifusoras.

Pendiente de mi mamá, junto con Lucy y Marco, para que no le falte nada. Charlando de vez en cuando con ella, pasándole los medicamentos que Lucy dosifica en los pastilleros, sirviéndole un tinto, comentando con ella algún programa de TV, haciéndole las inhalaciones con Bromuro de Ipratropio cuando le afecta la tos, como esta noche en que por el frío tremendo que empezó a hacer le dio un acceso de tos y tuvo que encerrarse luego de las inhalaciones. Mientras tanto, Marco está encerrado en su habitación con el Internet.

Ah, cambio de decisión: me conectaré a Internet. Realmente es importante tenerlo por estos días en que los comercios están cerrados y necesito publicar en mi Blog estas crónicas de la cuarentena, emulando los Diarios de Ana Frank en la segunda guerra Mundial, guardando las proporciones, porque ella escribía bajo el asedio de los bombardeos.

Desayunamos a las 10:30, normalito, y a las 2:30 pm me tomé un buen vaso de leche fría para balancear mi dieta vegetariana. Almorcé a las 16:30 con una rica pasta que Marco hizo, arroz con verduras, papa salada, huevo y mi ensalada de cebolla y tomate; y de sobremesa un café y una galleta de chocolate que nos trajo Omar.

Hoy me llamó Lina Castro Sotelo (Lina Cassot), diseñadora de joyas y buena amiga, y hablamos de lo ocupados que estaremos durante este confinamiento obligatorio. Planeamos realizar una colección de joyas conjuntamente para fin de año. Y llamé en la noche a mi amigo “Jéctor” (Héctor Ladino) con quien no hablaba hace como tres semanas, quedamos de tomarnos unos vinos cualquier día de éstos, guardando todas las precauciones.

Al fin no hice los origamis ayer. Ya alisté unos papeles apropiados, pero debo adquirir más. No hay afán y hoy comenzaré.  (Hacia las 5 de la tarde hice el primero, un delfín; me costó mucho trabajo y debo repetirlo para que quede perfecto). Escribo recostado a la cabecera de mi cama, suena Cold Play, uno de mis favoritos, y soy feliz, como cuando tenía 15 años, los mismos sueños intactos, y leía La Ilíada acostado en mi cuarto debajo de la escalera en el primer piso de esta misma casa mientras escuchaba música clásica. Ahorita estoy escuchando “Marejada feliz” de Tite Curet Alonso, interpretada por Roberto Roena, en un programa de la Radio Universidad Javeriana, dirigido por César Pagano, y enseguida pasan una sorprendente versión de “Para los pobres soy”, del mismo compositor, interpretada por un reguetonero famoso.

Han pasado 43 años y me siento igual de bien y agradecido con la vida; y esto es un síntoma de coherencia que pocos pueden enarbolar, porque elegí una vida de sentir y amar, y no una vida de poseer, muy fiel a las enseñanzas del Maestro, de mi Padre espiritual y Hermano carnal Jesucristo: “No está la vida en el poseer”. Por eso soy feliz y deseo que mucha gente lo sea en el mismo sentido, sin dejarse tentar por la propaganda tramposa de la sociedad de consumo, con los sueños intactos, acercándome a ellos, tocándolos, aspirándolos, saboreándolos como a una fuente inagotable de agua de vida o como a una fruta a la que se le da un bocado hoy, sin acabarla, y mañana se la encuentra restablecida y con un nuevo sabor exquisito.

DÍA TRES – Domingo 22 de Marzo del año 2020

Dormí hasta las 9 de la mañana. Tan pronto sentí que mi mamá se levantó para ir al baño, me levanté y le serví un tinto. Puse agua a hervir para mi prensa francesa y le eché tres cucharadas de café al recipiente; este café no es de gran calidad, pero está pasable. Lo mejor es comprar Águila Roja o Viejo Molino, los mejores entre los de marcas populares, porque todavía no me puedo dar el lujo de un café de origen de excelente calidad, como uno de Quipile, Cundinamarca, que ya probé y es el mejor que he tomado en los últimos tiempos, u otro de Arbeláez, muy bueno. Y nada quiero tener que ver con las marcas comerciales de alto rango, como Oma, Juan Valdez, caras pero que no me gustan mucho. No me invite un café en esas tiendas, tal vez le acepto el de Crepes & Waffles. Después de la cuarentena veremos qué gustos me puedo dar en este sentido.

Siguiendo la nueva moda, endulcé con miel el café tinto de mi mamá; al mío no le echo dulce. Ella se tomó su tinto y su pastilla de antes del desayuno y se dispuso a ver la Santa Misa desde la catedral Primada de Bogotá. Yo me senté a escribir, a disfrutar el tinto y a escuchar las noticias, que no son buenas. Hubo motines en las cárceles de la ciudad. Los presos, con la disculpa de protestar por la restricción de visitas debida a la pandemia, se amotinaron y pretendían lograr violentas fugas masivas a imitación de lo sucedido en Brasil. Hubo 23 muertos y muchos heridos, aparte de los destrozos e incendios. Lo notable es que coordinaron el alzamiento utilizando aparatos tecnológicos que supuestamente están prohibidos dentro de las cárceles, pero es que el corrupto e inoperante Inpec, Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario, con sus 84 sindicatos, es como si trabajara para los delincuentes y no para la sociedad que les paga.

En España se disparó la pandemia: ya son 28.572 infectados y más de 1.800 muertos por el virus, en corto tiempo. Hay mil millones de personas confinadas en todo el mundo, y países como Alemania que todavía dudan en confinarse. Hay primeros casos en Gaza y en Uganda, por ejemplo, mientras hay 783 infectados en Irlanda y un creciente número de decesos en Italia, donde ya son casi un millar. Hay casi 300.000 infectados en el mundo, y la cifra aumenta día a día.

Anoche me acosté cerca de la media noche con un fuerte dolor de espalda que me impidió leer un rato; pero con el descanso amanecí bien. Es que pasé casi toda la tarde y noche sentado a mi mesa de trabajo. Pensaba terminar de leer la novela “El castillo de Los Cárpatos”, de Julio Verne, la cual comencé hace una semana, pero no lo logré. Es bastante mala, pero entretiene, es casi infantil en su argumento y en su escritura. Antes de acostarme vi un poco de televisión, pero no encontré nada novedoso. Lo único interesante fue la actualización de noticias sobre el Coronavirus en un canal francés, France24”. La presentadora es preciosa, y reporta informes de todo el mundo con voz melodiosa, con impactantes imágenes y entrevistas; pero ni sonríe, tal vez por las circunstancias, y parece un robot. Pero me gustó ese robot y la buscaré esta noche otra vez.

También anoche planché mis sábanas, porque lavé ropa y casi me olvido de entrarla. Cuando subí a la azotea las estrellas estaban brillando hermosamente, aunque no muchas porque hay bruma por el sereno. Contemplé a Venus; hoy está blanco azuloso; ayer estaba rojizo. Este planeta tiene esa característica especial, aparte de la variabilidad de su ruta; a veces está muy al sur y otras casi al norte; también cambia mucho su tamaño aparente. Es el astro nocturno más bello después de la luna, de la constelación de Orión y de la Cruz del Sur. Me puse a pensar qué estarán analizando los habitantes de otros mundos que siempre nos observan.

Ayer salí a la calle 3 veces: en la mañana por pan y queso para el desayuno, en la tarde por algo que faltaba para el almuerzo, y en la noche a comprarle un jabón de perfume a mi mamá. Estrené una bonita camisa American Eagle que me regaló mi sobrino Christian hace tiempos, azul medio con rayas blancas. No esperaré una mejor ocasión para lucirla. A las 8:30 pm las calles estaban desoladas, la mayor parte del comercio cerrado, y sólo circulan 4 o 5 personas con sus compras.

Hoy desperté con una idea consoladora que anoche expresé a Nury Peña, la muchacha de la tienda donde compré el jabón: la cuarentena mundial va a servir para que el planeta se limpie de tanta contaminación. ¿Es que La Tierra necesitaba purificarse y por eso desarrolló el virus que obliga a la humanidad a parar en su loco afán consumista, contaminante y destructivo? Podría ser.

DÍA CUATRO  – Lunes 23 de Marzo del año 2020

Es festivo, pero no lo parece; así como ayer no parecía domingo, a pesar del sol esplendoroso (sun-day). Es que con este “acuartelamiento” de primer grado todos los días se han vuelto uno sólo; todos parecen miércoles. Mi mejor guía es El Cartel de La Mega; va de domingo a jueves y ahora hasta he vuelto a disfrutar la parte no paranormal que va de 7 a 9 pm; es divertida, y sus locutores saben acompañar y hacer partícipes a los oyentes. Claro que no siempre está al mismo nivel, por eso accedo a otras alternativas, como el Cable, u otras emisoras si voy a permanecer encerrado en mi alacena. Viernes y sábados pura salsita en W Radio, Javeriana y UN Radio; y hoy lunes esperando ansiosamente el nuevo capítulo de “The Walking Dead”, una excelente serie que había perdido el rumbo pero que ha inventado nuevos; hay capítulos tensos, emocionantes y estremecedores.

Hoy el día está gris y amenaza lluvia. Acabo de llamar la atención de mi familia porque en el espacio del comedor estaban reunidas charlando 5 personas, mis sobrinas Erika y Jenny que vinieron por aparte aprovechando su salida a hacer compras, mi hermana Lucy, que anoche se quedó donde Jenny y Juan Pablo, Marco, que acaba de llegar de comprar artículos de aseo y lo que falta para el almuerzo, y Carlos, mi hermano mayor, quien vive en el primer piso y sube una o dos veces al día para desentumecerse, e incluso mi mamá que salió a arreglar unas cuentas con Lucy y Erika. “¡Mucha gente reunida en muy poco espacio!” Les advertí y me volví a encerrar en mi cuarto. Comentaban las alarmantes noticias que circulan por WhatsApp… Vaya fuente de información. Y por otro lado haciendo algo en contra de todas las precauciones. Pero tal vez captaron la idea y a los cinco minutos volvíamos a ser los mismos cuatro ocupantes habituales de la casa.

Llamé a Lina Cassot para felicitarla por su cumpleaños en medio de la cuarentena. Le prometí que “después de” la invitaré a tomar un rico café y al cine. Se mostró encantada y recalcó que es un compromiso. La quiero mucho, y ella se despide diciendo que me quiere mucho. Espero que sobrevivamos para disfrutar esa ocasión.

Todos nos levantamos a las 9 pasadas. No hay afán. Marco hizo el desayuno para mi mamá y yo seguí en mi cama consultando un catálogo de compras para “después de”. Me llamó Henry Vanegas, mi amigo del centro que estaba perdidísimo, muy expuesto al contagio del virus porque trabaja como conductor en una empresa turística. Envió saludes para todos. Dice que no teme porque hace bastante tiempo dejaron de mover turistas en su empresa y hace una semana los mandaron para la casa hasta nueva orden. Se dedica a cuidar al papá y a la mamá, un par de viejos encantadores a quienes quiero mucho. También vive con una hermana soltera y un hermano no casado pero que tiene sus propios problemas: dos hijas con distintas mujeres. Por suerte viven en un amplio apartamento dúplex de grandes ventanales al poniente, con una enorme biblioteca a disposición pues fueron libreros, encuadernadores y restauradores durante décadas.

Terminé de desayunar a las 12 en punto. Huevos pericos, papas fritas, pan, queso y chocolate. Viendo el canal francés de noticias, sentado en el sofá con la bandeja en el regazo. Marco mientras tanto se ducha, luego desayuna. Al rato subo a bañarme con agua calientica. Me restaura. Ya fresquito, me siento a ver TV; un excelente programa sobre Nostradamus y sus profecías, en History Channel. Marco desayuna y sale a hacer las compras por primera vez en este confinamiento. Anoche lo escuché arreglando la cocina hasta la medianoche; dejando muy limpia la estufa y lavada toda la loza. Yo muy a propósito no hice el oficio a ver si se animaba a hacerlo. Es que sólo se pasa encerrado en su cuarto y eso le puede hacer mucho daño. Le sirvió, por eso hoy está hiperactivo, y ahora (14:53) está haciendo una frijolada para el almuerzo. Yo me siento bien, a pesar de ocasionales punzadas en la espalda, por mi problema de costilla fisurada, pero cambio un rato de actividad, subo, bajo, me estiro, me sobo, y ya estoy mejor. Mientras escribo escucho W Radio. DJ Eduardo Peña, Edumérides, hace sonar clásicos en inglés de los 80s y 90s. “Owner of a lonely heart”, por ejemplo. Ese soy yo.

A propósito, anoche soñé con esa hermosa  chica loca que alguna vez me propuso que compartiéramos la vida, que un mal día se largó para Europa, invitándome a seguirla, y quien ya está de vuelta por causa de la pandemia. Rompí todo contacto con ella cuando se fue, pero una amiga común me contó de su regreso, y si me busca volveré a ser su amigo, porque la quiero mucho y me encantan su locura e independencia.

Soñé también con mi nueva actividad como agente inmobiliario; que se iba a desarrollar un proyecto mío en un predio que conseguí en un hermoso recodo de un barrio cercano insospechadamente hermoso. Y los inversionistas estudiaban la compra de otros en varios puntos de la ciudad; todos recomendados por mí.

15:21 Mi mamá ya está almorzando. Hoy Marco la invitó. A Lucy también. Y por fin salió el sol. El aroma del almuerzo estaba delicioso y me provoqué; a pesar de que no tenía hambre, a las 4 ya estaba almorzando rico. Luego lavé la loza y trabajé un rato en el computador; hice otro avance al diseño de imagen corporativa de “MIla, Cocina y café”. Después me dio sueño y me recosté en un sofá de la sala a dormir la siesta, escuchando “La Luciérnaga” de Caracol Radio, un programa que no escuchaba desde que salió Hernán Peláez Restrepo de la dirección y presentación; pero también es agradable porque acompaña, informa y hace reír. Dormí hasta las 18:00, me despejé y encendí el televisor. Noticias y alocución presidencial. Qué aburridor. Ese señor habla más de la cuenta, no va al grano sino que se engolosina haciéndose propaganda; populismo llaman ese estilo. Los malos presidentes saben que una calamidad pública hace que todo el país los rodee y apoye, pero no aprovechan para gobernar bien sino para ganar una popularidad con anuncios asistencialistas. Y qué monótono su discurso.

Como Lucy bajó dispuesta a trapear otra vez el piso, decidí salir por primera vez hoy a estirar las piernas y mirar cómo está el confinamiento. Salí sin rumbo fijo, pero pienso ver si hay algún café Internet abierto, ya que no he podido conectarme en la casa porque el cable no sirve. Empaco dos ponquecitos para llevarle a Leidy y a Nicoll Sofía, pero primero iré a caminar.

Quedé pasmado. Casi no hay negocios abiertos, ni circulan automóviles, y me cruzo con unos pocos transeúntes. Es casi absoluta la soledad, como de película de ciencia ficción, o como en la serie “El mundo sin humanos”. Estúpida serie, porque ¿de qué nos vale saber cómo va a ser el mundo sin nosotros si ya no estaremos?

Llegué hasta el centro comercial Portal 80. Yo era la única persona atravesando el puente peatonal sobre la autopista. Apenas son las 7 y 20 de la noche, pero así de desolado se vería todo a las 11 de la noche un domingo antes de un día laboral. Bajé el puente y pasé frente a la entrada del portal de Transmilenio, dos personas están entrando y otras tres se acercan por la vacía plazoleta en la que no hay ni un solo vendedor ambulante de los que pululan a diario con sus puestos de comida, dulces y chucherías. Bajé y cambié de sentido en mi caminata, pasando al frente del centro comercial; sólo está abierto el almacén SAO, porque es supermercado.

Me llamó Juan Carlos Mattos y me pide que le elabore un carnet para un empleado suyo que necesita que le permitan circular libremente; ese operario se dedica a seleccionar todo lo reciclable en los depósitos de basura de algunos conjuntos residenciales. Lo haré, y con eso ganaré algo para comprar víveres. Ya hice el diseño y metí los datos. Mañana estará listo. Pasé donde Leidy y le llevé los ponqués y un limón. Recogí la loza de la comida que le llevé anoche.

Bueno, ya me retiro porque está  a punto de comenzar “The Walking Dead”. Escucho El Cartel de la Mega, que hoy está interesante, pero no puedo perderme mi serie favorita. Bye.

Continuará...





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