DIARIO DE LA CUARENTENA - Primera parte
DÍA UNO - Viernes 20 de Marzo del año 2020
“¡Acaban de cerrar Nueva York!” Anuncia
el periodista Julio Sánchez Cristo en W Radio Colombia. De fondo suena la
música del nuevo álbum de J Balvin, Colores. Tal vez sea un poco incongruente,
pero entrevistan al músico y logro ver que en su propuesta musical hay mucha
seriedad artística y un concepto simbólico de alcance filosófico. Que no vaya a
ser como el arte conceptual, que elucubra una descripción enrevesada y
pseudofilosófica para obras que no son más que un montón de basura. Suerte para
nuestro músico paisa. Bueno, pero lo que iba a comentar es que me estremecí al
escuchar ese titular porque se verifica cada vez más que la cosa va en serio.
La alerta mundial por la pandemia de Coronavirus, el Sars V-2 ó Covid-19, está
obligando a los gobiernos a tomar decisiones extremas para contener la
expansión de la epidemia, la cual tiene una gran capacidad de contagio y una
tasa de mortalidad alta en pacientes de edad avanzada o con enfermedades
crónicas preexistentes, y, lo más grave, como su período de incubación es de 14
días, cuando se diagnostica la infección el afectado ya pudo haber transmitido
el virus a muchas de las personas con quienes ha tenido contacto. Por eso la
mejor prevención es el distanciamiento social y el aislamiento en casa.
Estoy sentado a la cabecera de mi cama.
Son las 11 de la mañana y, aunque no me he duchado, ya desayuné y serví el
desayuno a mi hermano Marco, con quien compartimos ollas, a pesar de que
vivimos en la casa con mi mamá, de 93 años y buen estado de salud, y mi hermana
Lucy, ya pensionada, quien debido a las circunstancias ha podido descansar un
poco de tanto corre-corre. También lavé la loza y limpié la estufa. Ahora me
acomodo, enciendo la radio y me dispongo a escribir. Todo esto no es pereza ni
dejación, aunque confieso que mi modo de vivir dista mucho del de la mayoría, y
mis rutinas son atípicas y sin horario. Lo que sucede es que la alcaldesa de
Bogotá, Claudia López, se ha adelantado al inepto gobierno nacional y ha
decretado 4 días de confinamiento obligatorio en la ciudad, un simulacro en
preparación de lo que se nos viene encima por la pandemia, y ha acertado; no
sólo obtuvo la colaboración ciudadana sino que muchas ciudades siguieron su
ejemplo; y ahora el manipulado presidente Iván Duque salió a regañarla y a
decir que las autoridades locales y regionales no pueden tomar ese tipo de
decisiones que corresponden al gobierno nacional. ¿Cuál gobierno? Desgobierno
contradictorio lleno de indecisiones. Bravo por la alcaldesa, ella sí tiene los
pantalones bien puestos. (Yo no voté por ella, sino por Hollman Morris, un
izquierdoso mesurado que posiblemente hubiera actuado de la misma forma).
4 días debemos pasarnos encerrados en
nuestras casas. 4 días de cero visitas, cero socialización, cero cervezas en el
bar, cero deportes al aire libre. ¿Qué haré? No voy a conectarme a Internet por
razones puramente personales, aunque está listo
el cable para conectar el servicio que adquirieron mis hermanos Omar y
Marco. La televisión me satura después de dos horas, la radio me permite hacer
otras cosas mientras la escucho, pero no siempre hay ganas de leer, aunque mi
biblioteca es extensa y tiene buenos libros. Tengo la limitante de espacio,
pues me gustaría dedicarme a producir obras de arte, porque mi habitación tiene
2x2,50 metros y aquí está arrumado todo lo que tengo, incluida mi mesa con el
computador.
Sin embargo considero más a las personas que no recurren a la
variedad de opciones que yo tengo para entretenerme: Leer, escribir, dibujar,
hacer origami y diseñar cosas innovadoras, aparte de ver TV, escuchar la radio,
cocinar y hacer oficio cada vez que es necesario.
Hace tiempos bajé unos planos para hacer
origami de animales en peligro de extinción, publicados por la WWF, y planeo
hacer al menos dos por día. Pero también tengo un buen libro de origami clásico
que me regaló mi cuñada Aída Raquel Forero, la esposa de Omar, y decenas de
fotocopias sacadas de libros especializados. Por lo visto me faltará tiempo
para hacer todo lo que está represado en la carpeta de asuntos pendientes. Y
eso que anoche estaba un poco aterrado ante la perspectiva de cuatro días de
enclaustramiento, sin claustrofobia, eso sí, pero también sin un claustro más
espacioso. Ahora estoy ansioso por comenzar a realizar lo proyectado.
Son las cinco de la tarde. Ya van 145
casos de Coronavirus en Colombia, casi 40 en Bogotá, pero lo terrible es que
hoy Italia reportó la muerte de 615 infectados. No podemos llegar a esas
cifras, la alternativa es confinarse o morir.
Anoche vi una película de ciencia ficción
de esas que describen la sociedad humana después de una guerra que casi la
extermina. Se llama “Divergente”. Es sencillamente perfecta la película en su
propuesta y en su realización, y la disfruté grandemente. Nada de
sobreactuaciones ni cabos sueltos en su argumento, nada de espectacularidad
gratuita ni de música efectista. Diálogos precisos, dramaturgia controlada,
trama creíble y esperanzadora que me puso a pensar en cómo será el mundo
después de esta crisis. Espero que mejor, con una humanidad más responsable.
DÍA DOS - Sábado 21 de Marzo del año 2020
“Cuarentena nacional por 19 días”, es el
titular de primera página del diario El Tiempo, el cual bajé a recoger a la
puerta de la casa esta mañana. El texto está sobre una enorme foto del centro
de Bogotá, tomada ayer por la tarde en la carrera Séptima con calle 13, y que
muestra un desolado paisaje urbano, digno de película de ciencia ficción; lugar
habitualmente atestado de gente y ruido, lleno de vida y entusiasmo, que fue
donde comencé mi vida laboral a los 13 años, vendiendo en la calle tarjetas de
la suerte en navidad y año nuevo, y donde trabajé al comienzo de los años 80 en
tres almacenes que ya no existen, pero cuyas fachadas se ven en la foto,
haciéndome sentir una nostalgia agradecida por la época tan bonita que allí
pasé.
Son las 10 de la mañana. Tampoco las
noticias son buenas en la radio: hay 11 nuevos casos de infectados por
Coronavirus en Colombia, para un total de 156 afectados. Debe haber virus
incubándose en mucha más gente y, si no se restringe la movilidad de los
ciudadanos, la pandemia nos puede arrasar.
Mi primera preocupación fueron Jenny y Juan Pablo, mi sobrina y su hijo de 10
años, encerrados allá en su apartamento en Villas del Madrigal, cómodo y
bonito, con buena vista al occidente, pero en el que pueden aburrirse mucho,
aunque tienen buenos televisores, Internet, Netflix y consola de Xbox, pero a
veces eso no es suficiente, hace falta salir a la calle, compartir con otras
personas, socializar. Los llamé al teléfono fijo y les propuse un plan en el
que puedan hacer un desplazamiento diario para quedarse allá un día y acá otro,
tomando todas las precauciones pero sobrepasando la cuarentena sin
desesperarse.
Ahora son pasadas las 11. Escucho en W
Radio al DJ Julio Sánchez Cristo pasando una play list de canciones con nombres
de ciudades, (“Y mi nostalgia de ciudades, aguda por la primavera”, como
escribió el poeta Juan Ramón Jiménez hace casi un siglo en su obra Platero y
Yo, me hizo emocionar hasta las lágrimas). Es que soy un transeúnte urbano, un
urbícola puro, y conozco mi ciudad como se deben conocer las ciudades:
caminándolas. Y por ese conocimiento íntimo de sus calles desconocidas,
secundarias, terciarias, de sus parques ocultos en los barrios, de sus
recovecos sorprendentes en los que uno encuentra agradables sorpresas
arquitectónicas, sociales y culturales, declaro que mi ciudad es más bella de
lo que parece, como una mujer a la que uno recorre parsimoniosamente luego de
enamorarse, y cuando ya se ha traspasado la puerta del beso.
Voy a pasar 23 días sin salir a dar esas
largas caminatas de disfrute descubrimiento de mi ciudad, y prometo que, cuando
haya pasado el peligro, me dedicaré a recorrerla, cámara en mano, para dejar
constancia y mostrar al mundo sus bellezas ocultas. Por ahora me ha nacido una
idea que ya estuve probando a raíz de mi nuevo trabajo como agente inmobiliario:
recorrer las ciudades por medio de Street View. Ya lo hice brevemente con
París, luego de recorrer varias zonas de Bogotá y sus alrededores, buscando
imágenes de predios en venta, y la experiencia fue deliciosa, siempre
manteniendo la política de recorrer los sitios que no pueden visitar los
turistas del montón, esos a quienes las agencias de viajes meten en circuitos
turísticos idénticos, predecibles, con tarifas todo incluido a toda velocidad,
sin disfrutar calmadamente y sin conocer realmente, solamente para dejar
constancia en las redes sociales de que se estuvo allí.
Ayer me ocupé toda la tarde imprimiendo y
refilando unos formatos para Óptima Visión, de la Dra. Pilar Cristancho. Hice
230 ejemplares, impresos por ambas caras con espacios para control de citas y
control de pagos. Esto me representa una reserva económica, pequeña pero
significativa, para después de la cuarentena. Escuché mientras tanto UN Radio y
Emisora Javeriana; dos programas: “Recorridos por las músicas colombianas” y
“Sin Fronteras”, el primero con música de las costas colombianas y el segundo
con música del mundo. Hermosas y poco escuchadas canciones que sólo la radio
universitaria se atreve a pasar ya que están fuera de las corrientes
comerciales de las grandes radiodifusoras.
Pendiente de mi mamá, junto con Lucy y
Marco, para que no le falte nada. Charlando de vez en cuando con ella,
pasándole los medicamentos que Lucy dosifica en los pastilleros, sirviéndole un
tinto, comentando con ella algún programa de TV, haciéndole las inhalaciones
con Bromuro de Ipratropio cuando le afecta la tos, como esta noche en que por
el frío tremendo que empezó a hacer le dio un acceso de tos y tuvo que
encerrarse luego de las inhalaciones. Mientras tanto, Marco está encerrado en
su habitación con el Internet.
Ah, cambio de decisión: me conectaré a
Internet. Realmente es importante tenerlo por estos días en que los comercios
están cerrados y necesito publicar en mi Blog estas crónicas de la cuarentena, emulando
los Diarios de Ana Frank en la segunda guerra Mundial, guardando las
proporciones, porque ella escribía bajo el asedio de los bombardeos.
Desayunamos a las 10:30, normalito, y a
las 2:30 pm me tomé un buen vaso de leche fría para balancear mi dieta
vegetariana. Almorcé a las 16:30 con una rica pasta que Marco hizo, arroz con
verduras, papa salada, huevo y mi ensalada de cebolla y tomate; y de sobremesa
un café y una galleta de chocolate que nos trajo Omar.
Hoy me llamó Lina Castro Sotelo (Lina
Cassot), diseñadora de joyas y buena amiga, y hablamos de lo ocupados que
estaremos durante este confinamiento obligatorio. Planeamos realizar una
colección de joyas conjuntamente para fin de año. Y llamé en la noche a mi
amigo “Jéctor” (Héctor Ladino) con quien no hablaba hace como tres semanas,
quedamos de tomarnos unos vinos cualquier día de éstos, guardando todas las
precauciones.
Al fin no hice los origamis ayer. Ya
alisté unos papeles apropiados, pero debo adquirir más. No hay afán y hoy
comenzaré. (Hacia las 5 de la tarde hice
el primero, un delfín; me costó mucho trabajo y debo repetirlo para que quede
perfecto). Escribo recostado a la cabecera de mi cama, suena Cold Play, uno de
mis favoritos, y soy feliz, como cuando tenía 15 años, los mismos sueños
intactos, y leía La Ilíada acostado en mi cuarto debajo de la escalera en el
primer piso de esta misma casa mientras escuchaba música clásica. Ahorita estoy
escuchando “Marejada feliz” de Tite Curet Alonso, interpretada por Roberto
Roena, en un programa de la Radio Universidad Javeriana, dirigido por César
Pagano, y enseguida pasan una sorprendente versión de “Para los pobres soy”,
del mismo compositor, interpretada por un reguetonero famoso.
Han pasado 43 años y me siento igual de
bien y agradecido con la vida; y esto es un síntoma de coherencia que pocos
pueden enarbolar, porque elegí una vida de sentir y amar, y no una vida de
poseer, muy fiel a las enseñanzas del Maestro, de mi Padre espiritual y Hermano
carnal Jesucristo: “No está la vida en el poseer”. Por eso soy feliz y deseo
que mucha gente lo sea en el mismo sentido, sin dejarse tentar por la
propaganda tramposa de la sociedad de consumo, con los sueños intactos,
acercándome a ellos, tocándolos, aspirándolos, saboreándolos como a una fuente
inagotable de agua de vida o como a una fruta a la que se le da un bocado hoy,
sin acabarla, y mañana se la encuentra restablecida y con un nuevo sabor
exquisito.
DÍA TRES – Domingo 22 de Marzo del año 2020
Dormí hasta las 9 de la mañana. Tan
pronto sentí que mi mamá se levantó para ir al baño, me levanté y le serví un
tinto. Puse agua a hervir para mi prensa francesa y le eché tres cucharadas de
café al recipiente; este café no es de gran calidad, pero está pasable. Lo
mejor es comprar Águila Roja o Viejo Molino, los mejores entre los de marcas
populares, porque todavía no me puedo dar el lujo de un café de origen de
excelente calidad, como uno de Quipile, Cundinamarca, que ya probé y es el
mejor que he tomado en los últimos tiempos, u otro de Arbeláez, muy bueno. Y
nada quiero tener que ver con las marcas comerciales de alto rango, como Oma,
Juan Valdez, caras pero que no me gustan mucho. No me invite un café en esas
tiendas, tal vez le acepto el de Crepes & Waffles. Después de la cuarentena
veremos qué gustos me puedo dar en este sentido.
Siguiendo la nueva moda, endulcé con miel
el café tinto de mi mamá; al mío no le echo dulce. Ella se tomó su tinto y su
pastilla de antes del desayuno y se dispuso a ver la Santa Misa desde la
catedral Primada de Bogotá. Yo me senté a escribir, a disfrutar el tinto y a
escuchar las noticias, que no son buenas. Hubo motines en las cárceles de la
ciudad. Los presos, con la disculpa de protestar por la restricción de visitas debida
a la pandemia, se amotinaron y pretendían lograr violentas fugas masivas a
imitación de lo sucedido en Brasil. Hubo 23 muertos y muchos heridos, aparte de
los destrozos e incendios. Lo notable es que coordinaron el alzamiento
utilizando aparatos tecnológicos que supuestamente están prohibidos dentro de
las cárceles, pero es que el corrupto e inoperante Inpec, Instituto Nacional
Penitenciario y Carcelario, con sus 84 sindicatos, es como si trabajara para
los delincuentes y no para la sociedad que les paga.
En España se disparó la pandemia: ya son
28.572 infectados y más de 1.800 muertos por el virus, en corto tiempo. Hay mil
millones de personas confinadas en todo el mundo, y países como Alemania que
todavía dudan en confinarse. Hay primeros casos en Gaza y en Uganda, por
ejemplo, mientras hay 783 infectados en Irlanda y un creciente número de
decesos en Italia, donde ya son casi un millar. Hay casi 300.000 infectados en
el mundo, y la cifra aumenta día a día.
Anoche me acosté cerca de la media noche
con un fuerte dolor de espalda que me impidió leer un rato; pero con el
descanso amanecí bien. Es que pasé casi toda la tarde y noche sentado a mi mesa
de trabajo. Pensaba terminar de leer la novela “El castillo de Los Cárpatos”,
de Julio Verne, la cual comencé hace una semana, pero no lo logré. Es bastante
mala, pero entretiene, es casi infantil en su argumento y en su escritura. Antes
de acostarme vi un poco de televisión, pero no encontré nada novedoso. Lo único
interesante fue la actualización de noticias sobre el Coronavirus en un canal
francés, France24”. La presentadora es preciosa, y reporta informes de todo el
mundo con voz melodiosa, con impactantes imágenes y entrevistas; pero ni
sonríe, tal vez por las circunstancias, y parece un robot. Pero me gustó ese
robot y la buscaré esta noche otra vez.
También anoche planché mis sábanas,
porque lavé ropa y casi me olvido de entrarla. Cuando subí a la azotea las
estrellas estaban brillando hermosamente, aunque no muchas porque hay bruma por
el sereno. Contemplé a Venus; hoy está blanco azuloso; ayer estaba rojizo. Este
planeta tiene esa característica especial, aparte de la variabilidad de su
ruta; a veces está muy al sur y otras casi al norte; también cambia mucho su
tamaño aparente. Es el astro nocturno más bello después de la luna, de la
constelación de Orión y de la Cruz del Sur. Me puse a pensar qué estarán
analizando los habitantes de otros mundos que siempre nos observan.
Ayer salí a la calle 3 veces: en la
mañana por pan y queso para el desayuno, en la tarde por algo que faltaba para
el almuerzo, y en la noche a comprarle un jabón de perfume a mi mamá. Estrené
una bonita camisa American Eagle que me regaló mi sobrino Christian hace
tiempos, azul medio con rayas blancas. No esperaré una mejor ocasión para
lucirla. A las 8:30 pm las calles estaban desoladas, la mayor parte del comercio
cerrado, y sólo circulan 4 o 5 personas con sus compras.
Hoy desperté con una idea consoladora que
anoche expresé a Nury Peña, la muchacha de la tienda donde compré el jabón: la
cuarentena mundial va a servir para que el planeta se limpie de tanta contaminación.
¿Es que La Tierra necesitaba purificarse y por eso desarrolló el virus que
obliga a la humanidad a parar en su loco afán consumista, contaminante y
destructivo? Podría ser.
DÍA CUATRO –
Lunes 23 de Marzo del año 2020
Es festivo, pero no lo parece; así como
ayer no parecía domingo, a pesar del sol esplendoroso (sun-day). Es que con
este “acuartelamiento” de primer grado todos los días se han vuelto uno sólo;
todos parecen miércoles. Mi mejor guía es El Cartel de La Mega; va de domingo a
jueves y ahora hasta he vuelto a disfrutar la parte no paranormal que va de 7 a
9 pm; es divertida, y sus locutores saben acompañar y hacer partícipes a los
oyentes. Claro que no siempre está al mismo nivel, por eso accedo a otras
alternativas, como el Cable, u otras emisoras si voy a permanecer encerrado en
mi alacena. Viernes y sábados pura salsita en W Radio, Javeriana y UN Radio; y
hoy lunes esperando ansiosamente el nuevo capítulo de “The Walking Dead”, una
excelente serie que había perdido el rumbo pero que ha inventado nuevos; hay
capítulos tensos, emocionantes y estremecedores.
Hoy el día está gris y amenaza lluvia.
Acabo de llamar la atención de mi familia porque en el espacio del comedor
estaban reunidas charlando 5 personas, mis sobrinas Erika y Jenny que vinieron
por aparte aprovechando su salida a hacer compras, mi hermana Lucy, que anoche
se quedó donde Jenny y Juan Pablo, Marco, que acaba de llegar de comprar
artículos de aseo y lo que falta para el almuerzo, y Carlos, mi hermano mayor,
quien vive en el primer piso y sube una o dos veces al día para desentumecerse,
e incluso mi mamá que salió a arreglar unas cuentas con Lucy y Erika. “¡Mucha
gente reunida en muy poco espacio!” Les advertí y me volví a encerrar en mi
cuarto. Comentaban las alarmantes noticias que circulan por WhatsApp… Vaya
fuente de información. Y por otro lado haciendo algo en contra de todas las
precauciones. Pero tal vez captaron la idea y a los cinco minutos volvíamos a
ser los mismos cuatro ocupantes habituales de la casa.
Llamé a Lina Cassot para felicitarla por
su cumpleaños en medio de la cuarentena. Le prometí que “después de” la
invitaré a tomar un rico café y al cine. Se mostró encantada y recalcó que es
un compromiso. La quiero mucho, y ella se despide diciendo que me quiere mucho.
Espero que sobrevivamos para disfrutar esa ocasión.
Todos nos levantamos a las 9 pasadas. No
hay afán. Marco hizo el desayuno para mi mamá y yo seguí en mi cama consultando
un catálogo de compras para “después de”. Me llamó Henry Vanegas, mi amigo del
centro que estaba perdidísimo, muy expuesto al contagio del virus porque
trabaja como conductor en una empresa turística. Envió saludes para todos. Dice
que no teme porque hace bastante tiempo dejaron de mover turistas en su empresa
y hace una semana los mandaron para la casa hasta nueva orden. Se dedica a
cuidar al papá y a la mamá, un par de viejos encantadores a quienes quiero
mucho. También vive con una hermana soltera y un hermano no casado pero que
tiene sus propios problemas: dos hijas con distintas mujeres. Por suerte viven
en un amplio apartamento dúplex de grandes ventanales al poniente, con una
enorme biblioteca a disposición pues fueron libreros, encuadernadores y
restauradores durante décadas.
Terminé de desayunar a las 12 en punto.
Huevos pericos, papas fritas, pan, queso y chocolate. Viendo el canal francés
de noticias, sentado en el sofá con la bandeja en el regazo. Marco mientras
tanto se ducha, luego desayuna. Al rato subo a bañarme con agua calientica. Me
restaura. Ya fresquito, me siento a ver TV; un excelente programa sobre
Nostradamus y sus profecías, en History Channel. Marco desayuna y sale a hacer
las compras por primera vez en este confinamiento. Anoche lo escuché arreglando
la cocina hasta la medianoche; dejando muy limpia la estufa y lavada toda la
loza. Yo muy a propósito no hice el oficio a ver si se animaba a hacerlo. Es
que sólo se pasa encerrado en su cuarto y eso le puede hacer mucho daño. Le
sirvió, por eso hoy está hiperactivo, y ahora (14:53) está haciendo una frijolada
para el almuerzo. Yo me siento bien, a pesar de ocasionales punzadas en la
espalda, por mi problema de costilla fisurada, pero cambio un rato de
actividad, subo, bajo, me estiro, me sobo, y ya estoy mejor. Mientras escribo
escucho W Radio. DJ Eduardo Peña, Edumérides, hace sonar clásicos en inglés de
los 80s y 90s. “Owner of a lonely heart”, por ejemplo. Ese soy yo.
A propósito, anoche soñé con esa
hermosa chica loca que alguna vez me
propuso que compartiéramos la vida, que un mal día se largó para Europa,
invitándome a seguirla, y quien ya está de vuelta por causa de la pandemia.
Rompí todo contacto con ella cuando se fue, pero una amiga común me contó de su
regreso, y si me busca volveré a ser su amigo, porque la quiero mucho y me
encantan su locura e independencia.
Soñé también con mi nueva actividad como
agente inmobiliario; que se iba a desarrollar un proyecto mío en un predio que
conseguí en un hermoso recodo de un barrio cercano insospechadamente hermoso. Y
los inversionistas estudiaban la compra de otros en varios puntos de la ciudad;
todos recomendados por mí.
15:21 Mi mamá ya está almorzando. Hoy
Marco la invitó. A Lucy también. Y por fin salió el sol. El aroma del almuerzo
estaba delicioso y me provoqué; a pesar de que no tenía hambre, a las 4 ya
estaba almorzando rico. Luego lavé la loza y trabajé un rato en el computador;
hice otro avance al diseño de imagen corporativa de “MIla, Cocina y café”.
Después me dio sueño y me recosté en un sofá de la sala a dormir la siesta,
escuchando “La Luciérnaga” de Caracol Radio, un programa que no escuchaba desde
que salió Hernán Peláez Restrepo de la dirección y presentación; pero también
es agradable porque acompaña, informa y hace reír. Dormí hasta las 18:00, me
despejé y encendí el televisor. Noticias y alocución presidencial. Qué
aburridor. Ese señor habla más de la cuenta, no va al grano sino que se
engolosina haciéndose propaganda; populismo llaman ese estilo. Los malos
presidentes saben que una calamidad pública hace que todo el país los rodee y
apoye, pero no aprovechan para gobernar bien sino para ganar una popularidad
con anuncios asistencialistas. Y qué monótono su discurso.
Como Lucy bajó dispuesta a trapear otra
vez el piso, decidí salir por primera vez hoy a estirar las piernas y mirar
cómo está el confinamiento. Salí sin rumbo fijo, pero pienso ver si hay algún
café Internet abierto, ya que no he podido conectarme en la casa porque el
cable no sirve. Empaco dos ponquecitos para llevarle a Leidy y a Nicoll Sofía,
pero primero iré a caminar.
Quedé pasmado. Casi no hay negocios
abiertos, ni circulan automóviles, y me cruzo con unos pocos transeúntes. Es
casi absoluta la soledad, como de película de ciencia ficción, o como en la
serie “El mundo sin humanos”. Estúpida serie, porque ¿de qué nos vale saber
cómo va a ser el mundo sin nosotros si ya no estaremos?
Llegué hasta el centro comercial Portal
80. Yo era la única persona atravesando el puente peatonal sobre la autopista.
Apenas son las 7 y 20 de la noche, pero así de desolado se vería todo a las 11
de la noche un domingo antes de un día laboral. Bajé el puente y pasé frente a
la entrada del portal de Transmilenio, dos personas están entrando y otras tres
se acercan por la vacía plazoleta en la que no hay ni un solo vendedor
ambulante de los que pululan a diario con sus puestos de comida, dulces y
chucherías. Bajé y cambié de sentido en mi caminata, pasando al frente del
centro comercial; sólo está abierto el almacén SAO, porque es supermercado.
Me llamó Juan Carlos Mattos y me pide que
le elabore un carnet para un empleado suyo que necesita que le permitan
circular libremente; ese operario se dedica a seleccionar todo lo reciclable en
los depósitos de basura de algunos conjuntos residenciales. Lo haré, y con eso
ganaré algo para comprar víveres. Ya hice el diseño y metí los datos. Mañana
estará listo. Pasé donde Leidy y le llevé los ponqués y un limón. Recogí la
loza de la comida que le llevé anoche.
Bueno, ya me retiro porque está a punto de comenzar “The Walking Dead”. Escucho
El Cartel de la Mega, que hoy está interesante, pero no puedo perderme mi serie
favorita. Bye.
Continuará...
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